lunes, 30 de septiembre de 2013

CÉSAR DEBE MORIR (2012)

  Interesante película-documental en la que unos presos de la cárcel romana de Rebibbia dirigidos por el director teatral Fabio Cavalli interpretan el Julio César de Shakespeare. Se mezclarán de esta forma momentos de la vida cotidiana en la cárcel con los ensayos de la obra y su representación final. Llama la atención el gran trabajo interpretativo de los presos, muchos criminales condenados a cadena perpetua y componentes de la mafia calabresa.  Los directores nos quieren sugerir sutilmente y durante el metraje el obvio paralelismo entre la trágica historia del asesinato de Julio César, la venganza y los remordimientos, con la situación histórica de la  mafia y sus vendettas.

   La historia es pura y cristalina, es el Julio César de Shakespeare. Todos conocemos la historia, la verdadera e histórica y el drama de ficción shakesperiano, fundamentalmente la brillante adaptación al cine de  Mankiewicz. No son comparables ambos Julio César. Lo brillante en este caso es que partiendo de unos actores total y absolutamente amateurs y de su situación personal y particular, los directores Paolo y Vittorio Tavani (resucitados para el cine en esta obra) consiguen recrear el extraordinario drama con unas interpretaciones fabulosas de las que hablaremos después. Interpretaciones que lo son todo porque todo lo demás es suprefluo: el decorado son los pasillos y el frío hormigón armado de la cárcel, los siniestros barrotes  oxidados y el blanco y negro con el que nos sumergen en esa tensión a punto de desbordarse en ocasiones. Ese blanco y negro que aparece después de un prólogo de presentación en color nos remite claramente al clásico anteriormente citado y es uno de los grandes aciertos de esta película que termina nuevamente en la realidad a color que estos desgraciados vivien día a día.

   Es impresionante como se entremezclan momentos de tensión dramática propias de la historia de Julio César y su asesinato a manos de Bruto y Cassio con pausas en las que aparece el verdadero rostro de los protagonistas, sus miserias carcelarias, sus taras educativas, sus miserias personales. Aunque, en realidad, casi la totalidad de la película está compuesta por los ensayos y la labor que el grupo de los talleres teatrales de la cárcel dirige, esta casi pasa desapercibida y lo que vemos es la historia de César que, como bien sabemos, es la historia de Bruto y Cassio pero también de Marco Antonio y Octavio. Realidad y ficción se conjugan en una interesantísima puesta en escena.  Parece como si la intriga para asesinar a César se transmuta y obsesiona a los delincuentes protagonistas de la película, ese crimen contra Julio César parece que sea como la vida misma para ellos. 

  Las interpretaciones son merecedoras de admiración como decíamos, más tratándose de actores amateurs. Salvatore Striano es Bruto. Su papel refleja valor, fuerza, verdad y gran emoción. Otros protagonistas, presos en la vida real, son Giovanni Arcuri ( César ) y Cosimo Rega (Cassio) y su actuación está a un altísimo nivel: desde luego que el trabajo que con ellos se ha hecho es merecedor de los premios que la película recibió. Y estas interpretaciones de sí mismos, de asesinos mafiosos que tranquilamente pasan su tiempo perpétuo (en algunos casos) entre las tristes rejas de una prisión italiana y que por unos días son César, Bruto o Antonio son tan verídicas en manos de estos criminales que llega a enternecer y a admirar.

  Los directores llevan a cabo una excelente labor estilística, muy original, que consigue atrapar al espectador. Es todo tan frío (las personas, el escenario: ¿hay algo más frío que una prisión?) que estremece mucho más que cualquier representación teatral o cinematográfica al uso. Esa frialdad que dan las caras de unos asesinos y delincuentes comunes, sin maquillaje, sin trucos, solo la verdad, esa verdad que tan difícil es encontrar en el cine. Vista así, la película transmite una emotividad muy grande, nos abre nuevas perspectivas en nuestro cuadriculado pensamiento.  Los planos cenitales y longitudinales del interior de la prisión, los primeros planos desgarradores, la visión del grupo circulando por los pasillos amurallados de hormigón ofrece una expresividad inigualable. La naturalidad de todo el mundo que aparece en este documental estremece.

     Y  podemos así hablar del drama carcelario, de la negritud, de lo oscuro, que se trata de apaciguar, de sobrellevar gracias al teatro, una forma de expresión que es una válvula de escape a esa olla de grillados dentro de unos módulos de prisión de alta seguridad. La pasión con la que actúan los presos solo es posible en condiciones extremas de sufrimiento personal y colectivo: esa es la verdadera cara de la falta de libertad ganada a pulso. El taller de teatro se convierte en una auténtica pasión, no solo entretenimiento y nada más, una liberación que persigue su fin: la mejora de las condiciones mentales, sociales y humanas de lo inhumano. La diversión y el buen clima ( que a veces se rompe) favorecedor de esa dura vida a la que se han visto abocados como decíamos asesinos, camellos e integrantes de la cosa nostra. Todo eso vemos en este documento realista de la representación de un drama, un drama que nos transmite el documental cinematográfico que es teatro dentro del cine, verismo en estado puro a través de todo un clásico de William Shakespeare.

 

miércoles, 25 de septiembre de 2013

HABITACIÓN EN ROMA (2010)

  Vuelta de tuerca en el barroquismo del imaginario de Médem, pero en parte fallida vuelta en esta ocasión.  Ese mundo tan especial y, en ocasiones, caótico del director vasco queda aquí reducido y encorsetado en una habitación de hotel.  En esta ocasión para mayor gloria de las dos intérpretes de este diálogo lesbiano: Elena Anaya (Alba) y Natasha Yarovenko (Natasha). El argumento de la película permite a Médem rodar una buscada instrospección y alcanza a rozar un sentimiento humano puro de amor, sexual y sensual, erótico y emotivo. Logrará una atmósfera repleta de erotismo dentro de la pequeña estancia. Ambas irán reconociendo, poco a poco, que algo más que una simple amistad les une. A pesar de sus diferencias culturales, físicas y geográficas crecerá un sentimiento que acabará por derrotar las barreras mentales de ambas. Serán amigas, amantes y cómplices: relatarán sus vidas y compromisos, reconocerán sus amores previos, pretendidamente sólidos que acabarán derribados.
 
  Dos personas que se cruzan por azar en la vida, además, en la bella ciudad italiana y marchan por una estrecha calle romana, Via dei coronari, sin saber todavía lo que les depara la noche. Alba invita a su nueva amiga a subir a su habitación. Ella, carente de experiencias lésbicas, acaba aceptando. En la fachada del hotel de Alba tenemos tres astas de banderas. Dos están ocupadas pero una permanece vacía, como símbolo de lo que puede deparales su encuentro. Pronto comienzan a descubrir en la habitación del lujoso hotel que tienen algo más en común que el sexo. Son dos mujeres que Médem nos muestra insistentemente desnudas pero con una complicidad que va más allá de los simples convencionalismos en estos casos. Se produce una interconexión emocional entre ellas que dará paso a una romántica noche que no querrán que finalice nunca y que, después de despuntar el alba deberán abandonar para no volver a verse jamás, ¿o quizás no?. Especial atención muestra el director en la decoración de la habitación que es casi tan protagonista como el duo de actrices principales: los cuadros, esas pinturas renacentistas que Natasha conoce de memoria y el eterno cupido que desde el techo está siempre presente de manera alegórica.

  

 Aparentemente parece que la historia no es que tenga mucho más que ofrecer en muchos aspectos y, profundizando un poco parece toda una reflexión quasi filosófica sobre el amor. Los diálogos tratan de avanzar en este camino pero se hacen monótonos, repetitivos, salpicados de las escenas puramente eróticas. Alba lleva la voz cantante en la cama y en una amistad que va creciendo con el metraje. Natasha, que juega con su identidad confundiendo a Alba con su verdadero ser, no se atreve a reconocer que se ha enamorado y que ya nada será como antes en su vida. Ella está prometida y se va a casar en breve, tiene una hermana gemela que anda por Roma investigando el renacimiento, además es tenista profesional. Aunque no llegamos a saber si es ella la tenista y su hermana la doctorando en historia del arte o al revés. Las dos se divierten( juntas, en la ducha, cantan "volare")  y se aman pero en la cama quien demuestra mayor ímpetu y dominio de la situación es Alba que mantiene una relación con otra mujer en su país y que ha sufrido la pérdida traumática de un hijo. En realidad ambas tienen mucho que contarse: ambas han sufrido. Y entoces la película deja de ser puro sexo, dos tías en bolas, todo el rato desnudas y achuchándose ferozmente y empieza a ser la historia de ambas, sus miserias y logros en la vida. 

 
     Decía que la historia no era muy original. No en vano Médem se ha basado en otra película. Habitacíon en Roma es una secuela de "En la cama" de Matías Bize y además no podemos obviar las influencias de El último tango en París. Es esto lo que nos aleja del Médem puro y auténtico que parece ausente en este film. El desarrollo de la historia se llega a hacer tedioso, algo desconocido en el director español. Parece no avanzar, como si la noche no llegara a su fin. Diálogos breves interrumpidos por sexo lésbico a raudales. Interrupciones para ver el ordenador, google maps para visualizar sus respectivos hogares.  El amor y la muerte como símbolo ya que  ambas han conocido la tragedia está tan solo apuntado en el guión. Y, por el contrario, hay momentos supuestamente cómicos que podrían ser prescindibles, como el karaoke o el juego sexual con una botella.

  
  La interrupción nefasta del camarero que rompe esa ilusión de dos únicos intérpretes a lo largo del metraje, un camarero italiano predispuesto a todo que llega a proponer un trío. Verdaderamente absurdo lo de este personaje, prescindible por completo. Lo mejor llegará con el final, que emociona en unos momentos en los que, despuntando el alba, en esa Roma milenaria, con el cielo romano que verdaderamente parece el paraíso, las dos amantes llegan al máximo de compenetración unidas piel con piel en una bañera en la que dan vueltas sin parar. El desayuno bajo la tenue luz romana es lo que da cierto sentido a la película, esa compenetración de dos almas que saben que tenían que encontrarse en algún lugar del universo porque estaban hechas la una para la otra.

  En cuanto al duo protagonista hay que señalar que están ambas correctas, Elena Anaya mucho mejor, con más seguridad en lo que está haciendo, convincente en su papel de lesbiana. Yarovenko mucho más floja, a veces forzada. Al margen de ellas, una fugaz  aparación en un video de Nawja Nimri, que no se puede siquiera comentar y el desafortunado camarero italiano cierran el elenco protagonista.  Quizás lo más desconcertante es que, al estar rodada en inglés, el doblaje resta naturalidad a las interpretaciones.

La banda sonora es magnífica con temas excelentes de Russian Red ( la maravillosa Loveng strangers) y esos temas barrocos y cadenciosos, cual arias de ópera de Jocelyn Pook que se van repitiendo en los momentos más románticos y singnificativos quizás demasiado machaconamente.

   Técnicamente la película está muy bien realizada, como siempre sucede con Julio Médem aunque en mi opinión abusa de primeros planos y busca perspectivas inverosímiles en esa oscura habitación, planos cenitales que ayudan a forzar la tensión dramática. Utiliza magistralmente el travelling ascendiendo y descendiendo desde la calle hasta el interior. Sin embargo no creo que dentro de su filmografía acabe ocupando un lugar destacado este film. Quizás una oportunidad perdida, como ese final incierto, esa bandera en el asta de la esperanza, un final ciertamente increscendo, lo mejor de la película.

lunes, 16 de septiembre de 2013

FALSO CULPABLE (1956)


   Nunca resulta fácil hacer un comentario o una crítica de una película de Alfred Hitchcock porque la genialidad es difícil de enjuiciar y solemos caer en el error de sobrevalorar en exceso trabajos que vistos sin su etiqueta resultarían buenas películas sin más.  Hitchcock es un género cinematográfico en sí mismo y su sello es inconfundible.  Por eso es difícil enjuiciar una de sus películas menos conocidas, tan alejadas de las más populares, como Vértigo o Psicosis.  Y sin embargo, esta película, que lleva su sello, es también un notable ejercicio cinematográfico. Es todo un lujo y un placer disponer en el disco duro de la mayor parte de la filmografía del director británico y pasar un domingo por la tarde revisando esas películas que jamás habías visto y que estaban ahí, pendientes y preparadas para ser visionadas. Falso culpable es una de estas películas "menos" conocidas de Mr. Alfred y conviene detenerse un poco en ella. Para empezar hay que decir que el director aparece en persona, lejano, en una especie de claroscuro, advirtiendo que la película que íbamos a ver no era de sus típicas películas de suspense y que estaba basada en hechos reales. Parece como si quisiera advertirnos que esta película no es tan genial como otras que había realizado con anteriorida. Y, sin embargo, desde el principio de la narración vemos muchas de sus manías preferidas y que dan ese toque hitchockiano, inquietante a una película que podría haber sido contada más asépticamente, como un relato de un hecho verídico ( que lo es) sin mojarse para nada en disquisiciones que van a ir surgiéndonos conforme vayamos avanzando sobre ella.

     Hecha la presentación del barrigudo director nos adentramos en una historia de equívocos, de errores que parecen cometidos a propósito (aunque así no lo sea) y que dan un vuelco a las tranquilas vidas de los protagonistas, alteran para siempre su paz y su bienestar poniendo en peligro la estabilidad que tanto tiempo les había costado lograr. Pero antes de hablar del argumento hay que decir que la película aúna el más puro cine negro con el crimen y añade dosis importantes de misterio y drama. Y también se trata de uno de sus trabajos más pesimistas y sombríos del director británico. 
  

   La historia nos cuenta la vida de una sencilla familia neoyorquina, un padre cotrabajista de  jazz que trabaja en un elitista club por las noches, el Stroke Club y la madre una ama de casa normal y corriente enamorada de su esposo y que cuida de sus dos hijos que, por lo demás, pelean y discuten constantemente por los asuntos más triviales. Christoper Balestrero, apodado Manny y Rose, su esposa, son esa pareja feliz aunque con problemas económicos: como le sucede a cualquier familia de antes y de ahora, casi no tienen para llegar a fin de mes y si surge algún gasto imprevisto los problemas crecen. Pero ellos disponen de una póliza de seguros que les puden permitir rescatar unos cuantos dólares para ponder hacer frente al gasto superfluo: Rose debe extraerse sus cuatro muelas del juicio. Cuando Manny acude a reclamar su adelanto de la póliza comenzará su calvario personal y familiar. Una de las empleadas lo confunde con un atracador y es denunciado a la policía. Cuando llega por la noche del trabajo la policía le priva de su mayor satisfacción: entrar a casa, ver a los niños durmiendo y abrazar a su esposa cariñosamente. Es detenido y conducido a comisaría donde es interrogado, después de que varios comerciantes lo reconozcan como el atracador de sus negocios. Finalmente es conducido al calabozo y, más tarde, a primera instancia judicial donde le imponen una costosa fianza. Su familia alarmada conseguirá el dinero, él podrá salir a la calle a la espera del juicio intentando por lo divino y por lo humano encontrar alguna coartada creíble: ellos habían estado de vacaciones en uno de los atracos. Tratarán de encontrar a los turistas ocasionales que estuvieron con ellos ese día pero, tras largas indagaciones, todos parecen haber muerto. El abogado lo prepara para lo peor: una condena a prisión por atraco con violencia. En  medio de este infierno Rose perderá la cordura, pensando que nada hay que hacer y que ella es la culpable de todo. Acudirán al psiquiatra y ella tendrá que ser internada en un manicomio. 


El guión es de Maxwell Anderson y Angus MacPhail, que adaptan un relato del primero titulado "La verdadera historia de Christopher Emmanuel Balestrero". Un gran guión extraído de la realidad, en donde se ruedan parte de las escenas, en el lugar exacto que ocurrieron, como el Sanatorio Greemont o la Prisión de la ciudad. Nuevamente el maestro Alfred regresa a sus obsesiones: el falso culpable, la persona inocente que se ve inmersa en el drama y la penalidad de ser acusado sin tener ninguna responsabilidad en el delito. Ello genera una atmósfera de tensión y angustia que provoca en el espectador una gran inquietud, un temor y una pregunta: ¿esto me podría pasar a mí?. Y consigue transmitir la impresión de la impotencia y la irreversibilidad del daño inflingido por un error humano. Algo que puede sucederle a cualquiera, esa es la terrible realidad que nos aflige durante todo el metraje. Además, al rodar en escenarios verídicos dota de mayor realismo a las escenas, dando normalidad a todas las situaciones, ya sean judiciales o familiares.

 
En este punto cabe reseñar a la pareja protagonista. Por un lado Henry Fonda ( Manny) y por el otro Vera Miles ( Rose). Él está sobrio y elegante dentro de su desgracia, fantástico y ella es la rubia que siempre buscaba Hitchcock, que estaba obsesionada con ellas. No actua mal, pero no destaca excesivamente a pesar del dramatismo que ofrece su papel.La fotografía es extraordinaria, juega con la luz tenue y oscura de la noche neoyorquina, sabe atrapar bajo las espesas brumas del Hudson esas siluetas de los imponentes puentes de acero. Y, además, capta fenomenalmente los interiores, comisaría, celdas, juzgado, casa y los exteriores, cuando, las escasas veces que salen de día, visitan algo así como los Hamptons, los  lugares ajardinados más lejanos de la bulliciosa ciudad, esos lugares de veraneo y descanso. 

La música la pone un colaborador fiel y genial de muchas de las películas de Hitchcock, con un extraordinario vals inicial. Me refiero al maravilloso Bernad Herrmann. Un inquietante film del inquietante Hitchcock del que lo peor que se puede decir es que es una de sus obras menos conocidas, quizás esperamos más intriga, más suspense del que finalmente nos ofrece. El final nos resulta algo convencional igualmente. Pero la convencionalidad de las historias hitchcockianas resulta sublime, como casi todo en él. Nos queda en el recuerdo, aunque sea un personaje fictíceso, ese Josef K. de Kafka, de El proceso, de Orson Welles, personaje que se ve inmerso en una burocracia maligna que lo acusa de algo que nadie sabe de que se trata. Algo así es este estupendo Henry Fonda, un personaje incomprendido y vilipendiado por la administración y por el error de unas personas que no tuvieron su mejor día.









martes, 10 de septiembre de 2013

A PLENO SOL (1960)

  

  A pleno sol es uno de los mejores thrillers del cine europeo de todos los tiempos, un mangnífico producto de cine negro, basado en la novela El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith décadas después reversionada, incluso con saga incluída, que logra despuntar en plena época de la Nouvelle Vague francesa.  Tom Ripley es un sinvergüenza, un tipejo sin escrúpulos que es contratado por un multimillonario americano para que encuentre a su hijo y consiga hacerlo regresar a casa. Ripley está encarnado por Alain Delon, en uno de los papeles que le hizo despuntar como sex symbol y lanzó su carrera al estrellato. Encuentra al joven en Italia y se hace amigo suyo. Este joven es Philip Greenleaf   hijo del millonario que derrocha su dinero y su vida en un interminable viaje por Italia. Es un vividor que enseguida atrae al propio Ripley por su forma de ser, de tratar a las mujeres, de estar siempre de farra, de levantarse a las mil y de navegar con su precioso velero por las islas del Tirreno.

   Se trata de un niño mimado al que su padre quiere de regreso a los EE.UU. para acabar con su carrera de playboy. Maurice Ronet interpreta magníficamente este personaje sin límites que tiene una novia a la que no hace mucho caso y, en ocasiones, desprecia. La chica, Marge Duval, interpretada por una Marie Laforet casi debutante y que borda su papel, es despreciada por Philip, es humillada por el en diversas ocasiones pero ella lo sigue amando. A todo esto Ripley ya se ha hecho amigo de Philip, vive su vida, sale de juerga y también se enamora de la bella muchacha, historiadora del arte que está escribiendo sobre Fray Angélico. 

   Pero no es solo eso lo que le gusta de Philip, sino todo: se identifica con el, le gusta su forma de vida desmesurada, observa como se dirige a la oficina bancaria para sacar todo el dinero que su padre regularmente le envía. En el fondo lo  envidia y quisiera ser el. En una escena del  principio Philipp descubre a Ripley vestido con su ropa y besándose a si mismo en un espejo, creyendo ser Philipp.  Pronto se embarcarán en un pequeño crucero hacia taormina, por el bello mediterráneo siciliano. 


  Es una película de suplantaciones de personalidad ya que Ripley querrá ser Greenleaf y lo será. Nadie sospechará durante cierto tiempo pero poco a poco se irá viendo cercado por sus propios errores. Una película que aborda las complejidades del ser humano, las envidias que corroen el alma, las necesidades al fin y al cabo de todo mortal y como estas pueden converger  en el más primario institinto criminal.  La película se basa en una novela de la nortemericana Patricia Highsmith, otra de cuyas novelas ya había sido adaptada por Hitchcok, de ahí que Gégauff, guionista adapte la novela
con toques hitchockianos. Tanto es así que el asunto del crimen perfecto es también una de las tramas más destacadas del film. A pesar de que Ripley, con su sangre fría, parece a salvo de cualquier mácula de sospecha, nunca existe la total perfección. Un grave error de cálculo le acabará costando muy caro.

   La extraordinaria banda sonora de Nino Rota y la fotografía son muy buenas. Esta última porque logra atrapar el magnífico brillo y tonalidad de Italia, de esa Italia del sur, en particular de los escenarios naturales y urbanos en la que está magníficamente ambientada: Roma, espectacular como siempre, Taormina y la isla de Ischia con su luz embriagadora del mediterráneo y su pintorescoo puerto pesquero. 

   Henry Decae, el fotógrafo de la Nouvelle Vague, proporciona un aspecto suntuoso a las localizaciones marítimas. Utiliza colores muy vivos y atrayentes. La dirección de Clement utiliza planos plenos de colorido, sin descuidar la luz de los escenarios. Por otro lado, Clement es capaz de distanciarse del drama, sin utilizar efectismos desmesurados, sino la luz, que es la base de toda la película. Utiliza siempre los pequeños detalles, los analiza y los recompone para el espectador que tiene que hacer un trabajo psicológico profundo.

  Los actores están fabulosos, empezando por Maurice Ronet en el papel de ese chuleta vividor y acabando por un Alain Delon en estado de gracia que interpreta poderosamente todo lo negro, lo oscuro y lo siniestro de un personaje sin escrúpulos. Mirada felina y sangre fría en los momentos más comprometidos, capacidad de cálculo para salir airoso de los más obtusos trances. Delon es diabólico, poniendo su propia belleza física al servicio de una expresividad llena de matices. Consigue así ser el eje de la película  ejecutando una interpretación magistral. 

   A pleno sol se trata ya de un auténtico clásico del noir europeo, una  película que consigue una luz que refleja lo siniestro de un plan maquiavélico y delirante en la que los principales actores brillan a una altura magistral. Imprescindible.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Siete mesas de billar francés (2007)


   Película de carambolas sentimentales con una bárbara, como casi siempre (es mi perdición) Maribel Verdú, !!ay, Maribel¡¡. ¿Cómo decir algo negativo de ti?. Soberbia como siempre, es el eje, el motor, la clave de bóveda de esta especie de comedia bufa de lo grotesco con salón de billar de por medio. Porque es un dramón, pero es una comedia del absurdo de gran parte de los protagonistas, sus  papeles y su disparatada conexión con un padre que nunca vemos ( solo en un cuadro que siempre hay que enderezar) que acaba de morir, dejando a una novia poco creíble, un personaje atávico, antipático a más no poder que borda la dignísima Blanca Portillo con su cara de cartón siempre propicia para estos papeles funestos de amargura. Ella es Charo, mujer-amante de Leo, el padre de Ángela-Maribel, que nada más llegar a Madrid a conocer de la enfermedad paterna se entera de su fallecimiento. Ella es una madre coraje, puesto que cargada con su hijo Guillermo, abandonada por su marido, un policía corrupto que tiene un hijo ilegítimo del que ella desconocía, tiene que superar todas las adversidades sola, en Madrid, en un barrio del extrarradio feo y sucio sin apenas ayudas.

  
   En la capital española deberá levantar un negocio que se está yendo a pique, una sala de billares, las siete mesas. Decide reunir al equipo que capitaneaba su padre, compuesto de unos personajes avejentados y maniáticos para que compitan en la liga de billar como antes. Necesitan un sustituto que será un jovenzuelo pintor de brocha gorda, mujeriego y bribón bien interpretado por Raúl Arévalo. Los otros cuatro son también conocidos actores secundarios de nuestra filmografía, quizás menos conocido Jesús Castejón, que hasta cantante de zarzuelas ha sido. Este es el que se pasa toda la película tirándole los tejos infructuosamente a Charo que siempre lo ignora en sus pretensiones. Los otros dos, un siempre estupendo Ramón Barea y un inquietante y simpático Enrique Villén, que encaja en su papel siempre marcado por su ojo extraviado.

   La película narra la vida dificultosa de gente corriente, que nunca saldrá de su agujero, que siempre tendrá que bregar con la época, el país y la sociedad que le ha tocado vivir. Gente corriente y sencilla, que luchará siempre por la dignidad de sus vidas y de sus familias, en una ciudad magníficamente retratada, triste, gris, sin alma  ni corazón que más parece una traba en el camino de sus vidas.

   Hay aspectos de este magnífico guión coescrito por la directora Gracia Querejeta que parecen no encajar. Desde luego el papel del marido huído de la policía por corrupto, el que tiene un hijo secreto,el que intenta recuperar a su mujer presentándose en Madrid, un papel sin mucho fuste interpretado por Jose Luis García Pérez, el simpre recordado homosexual de "Cachorro" no acaba de tener mucho sentido. Aparece y desaparece fugazmente como una bólido espacial. El papel del niño, que configura una parte de lo que más detesto en el cine que es el género de "película con niño". No es que esté mal, es que es un incordio contínuo con su actitud reiterativa. 

    Si es cierto que hay otros aspectos maravillosos, yo diría que "mágicos" en el guión, como el agujero en el techo que permite ver desde el piso de arriba, donde viven, la mesa de billar, como si de un catalejo se tratara o la apasionada historia de amor del pintor suburbial y la asistenta, ayudante inmigrante casada al que el marido deja en la estacada también. El papel de la madre de Charo, una estupenda y quejica Amparo Baró con su repetitivo ¿para qué vale un viejo? es también muy destacable. La estupenda y divertida escena de la cena en el chino, por invitación tardía del difunto, graciosísima. Estas pequeñas cosas, reunidas por Querejeta, consiguen aliñar una ensalada revuelta que deja un buen sabor de boca al final de la comida. Aunque hay aspectos mejorables la directora vasca consigue redondear un sólido trabajo. Logra el difícil propósito de extraer lo mejor del elenco que participa en la película.

  Pero, desde luego, si algo hay que destacar en la película es la interpetración del duo protagonista. Sencillamente sublime Maribel Verdú, como ya señalé al principio, con sus arranques pasionales, sus pausas, sus silencios, sus corajes: una interpretación completísima. Y una Blanca Portillo también en estado de gracia, terrible, feroz, implacable, deliciosa en definitiva. Todo ello aderezado con una bonita banda sonora, delicada y emotiva del francés Pascal Gaigne que sirve de perfecto y digno fluído por el que discurre el metraje. Una película interesante, divertida y un poco alocada, por momentos hasta difícil de digerir pero, sin duda, recomendable.