lunes, 28 de octubre de 2013

EL CUERPO (2012)


  Sorpresa agradable del último cine español. Magnífico thriller que va increscendo a lo largo de su metraje en una película de misterio, asesinatos y supuestas apariciones sobrenaturales con un final auténticamente impactante que justifica plenamente su visionado. De esos finales que te dejan aturdido y sin aliento, sorprendido, pensativo, encajando piezas que no pensabas que fuera necesario encajar porque todo lo dejabas del lado de  lo sobrenatural pero finalmente la mano del hombre está más presente de lo que parece.

   Para ser la ópera prima de su director, Oriol Paulo, guionista también de otras películas de suspense como "los ojos de Julia", lo cierto es que está cuidadosamente rodada, con una fotógrafía oscura y mortecina que aumenta ese buscado suspense, esa intriga que nos acogota durante todo el metraje. La historia trata de la desaparición de un cuerpo en una morgue. El misterio está servido. ¿Dónde está el cuerpo y porqué el guardia de seguridad salió despavorido, presa del terror, siendo atropellado en la carretera por otro vehículo y falleciendo al instante?. La policía revisa las cintas del vídeo dónde se ve al segurata salir huyendo como alma que lleva al diablo.¿Ha visto un fantasma, es que acaso ha visto a la muerta fuera de su fría nevera en la sala de fiambres?. El misterio está servido. La muerta es Mayka Villaverde (Belén Rueda), una rica empresaria casada con Álex Ulloa (Hugo Silva). Cuando la policía llama a Álex este queda, como es lógico, tremendamente alterado. ¿Su mujer ha vuelto de entre los muertos o es que acaso algún gracioso ha robado el cuerpo?. Las dudas se acrecentan por ese sentimiento de culpa que tiene el que ha asesinado a su mujer para estar con su amante. ¿venganza, miedo?. Un conjunto de sensaciones embargan a Álex, que es reclamado por la policía e interrogado por el inspector Jaime Peña ( José Coronado), que no duda de su culpabilidad: alguien tiene que haber escondido el cadáver y ser el responsable de la muerte del guardia de seguridad. En una habitación lúgubre del edificio siniestro en el que se encuentra la morgue comienza el interrogatorio. Lo que sucede después es altamente perturbador e inexplicable y conduce al espectador a ese estado de nerviosismo y suspense que, mostrando a cuentagota y en estupendos flashbacks el asesinato de Mayka y la relación de Álex con su amante Carla ( Aura Garrido) que parece haber descubierto su mujer, no deja lugar a dudas de que alguien pretende amargar la existencia a Álex, a lo mejor la propia Mayka.

     Es una auténtica sorpresa porque el film es muy entretenido y atrapa, a pesar de que hay momentos en los que piensas que todo el guión es una completa chorrada. Y sin embargo la historia va enganchando progresivamente. Pasas de la típica película de fantasmas que se aparecen y regresan de la muerte para vengarse por su asesinato a algo mucho más profundo e incisivo, lejos del mundo del averno. Por tanto el guión está muy bien trabajado, consiguiendo un final de los que sorprenden, de esos que encajan todas las piezas del puzzle de una manera totalmente inesperada y justifican una entrada de cine o una descarga a diestro y siniestro.

  En lo que respecta a las interpretaciones merecen destacarse los papeles de un Jose Coronado últimamente muy inspirado, como el detective incisivo y sin escrúpulos que presiona lo indecible a Álex porque no se cree la vesión sobrenatural a pesar de que todo apunta a ella. Es el personaje clave que nos dejará helados al final de la trama. Belén Rueda regresa a una magnífica interpretación, llena de fuerza, en unos flashbacks en los que es fiel esposa enamorada de su marido y que después es traicionada, pero ella guardará su sublime venganza. Hugo Silva está correcto en el papel quizás más difícil, el de asesino incofeso que ya duda de todo porque no sabe que ha pasado con el cuerpo de su exmujer y lucha por salir del atolladero y regresar a los brazos de su amante, la jovencita Carla, interpretación muy lograda de Aura Garrido.

   Una magnífica ópera prima de un director que habrá que seguir con lupa, un prometedor hitchcock patrio. Esperamos que nos siga deleitando con más y más suspense. Un perfecto y deleitoso producto de entretenimiento que nos hará pasar un mal rato.
  

jueves, 24 de octubre de 2013

DÍAS DEL CIELO (1978)

   Maravillosa obra de arte del director de fotografía español Nestor Almendros. Es lo que primero se me ocurre al ver esta delicadeza, esta película que si bien no goza de un guión muy elaborado, su contemplación, su fotografía majestuosa es suficiente excusa para no dejar de visionarla. Lo mejor es dejarse llevar por un conjunto de sensaciones visuales, con unos planos magníficos de los campos de trigo tejanos, del fuego y la luz, de los seres vivos, insectos y animales en la libertad absoluta que nos retrotraen a un estado de la naturaleza pura y virgen. Sin olvidar el resto de imágenes que no se nos borrarán de la retina: los altos hornos, con su luz roja, las escenas de interior con un caravaggiesco claroscuro, los bodegones interiores casi vermeerianos, el tren y las cosechadoras a carbón, con su infernal vómito de humo, el fuego que de nuevo nos enseña su color rojo intenso en un demoníaco caos infernal tras una quasi bíblica plaga de langosta y esa casa inquietante y aislada, huérfana de compañía, blanca y recortada sobre el amarillo de los trigales. Son unas imágenes de una pulcritud y belleza poéticas, fascinantes, deslumbrantes. Terrence Mallick, particular director norteamericano, ofrece siempre este elemento naturalista en todas sus obras. Nos proporciona una visión espectacularmente profunda y unos planos simétricos magistrales. Todo para conseguir una obra redonda, quizás su mejor película.

   Y sin embargo el guión es bastante simple, lo más endeble de la película. Porque a pesar de que Mallick nos quiere transmitir la desesperación y pobreza de una grey arruinada, menospreciada por un capitalismo salvaje que desprecia a los más desvalidos en tiempos de crisis (algo realmente actual) la historia en sí, centrada en las intrigas de un exobrero metalúrgico y su novia acompañados de su hermanita pequeña ( gran idea el que ella sea la que narra voz en off los acontecimientos que devienen) después de trabajar como braceros en los trigales del interior de Texas es de lo más convencional.


 Nos encontramos en 1916, época de crisis y guerra mundial, previo a la entrada de los EE.UU. en la contienda. Tras dejar Chicago en busca de trabajo ocasional, de buscarse la vida como pueden, trabajo duro y mal pagado en el campo, utilizan la debilidad del atractivo patrón de la finca por la chica, Abby ( Brooke Adams), para engatusarlo y quedarse con su fortuna tras descubrir el chico, Bill (Richard Gere), que le queda poco tiempo de vida. Ella aceptará engatusarlo  y llegará a ser su esposa, esperando el rápido desenlace para quedarse con su fortuna y vivir, por fin, en la opulencia en la que tanto habían soñado. Pero sucede que el joven rico no muere, se encuentra cada vez mejor de salud. Y Bill comienza a impacientarse mientras Abby parece cada día estar más a gusto con su marido.

 El patrono (Sam Shepard) comienza a sospechar algo cuando observa a los presuntos hermanos en actitudes acarameladas. Duda de que los tres sean hermanos (con ellos está la hermanita pequeña de Bill, Linda) y finalmente se llegará al dramático final ya anticipado. Pero nosotros ya nos hemos quedado con la luz y el resplandor de Almendros y la melodía escalofriante de Morricone y, "que nos quiten lo bailao".


 El desenlace, como decimos, es previsible y nada original pero lo que importa aquí es el espectáculo visual y acústico, con una magnífica banda sonora firmada por el gran Morriconne, en un ejercicio musical incisivo, netamente bello y que consigue atrapar al espectador. Sin embargo es interesante la narración de la historia, como un recuerdo de la adolescente Linda. Son por lo tanto recuerdos del pasado, un período que quizás no entendía por su falta de madurez, recuerdos fraccionados, parciales y por tanto no completos. Es así que el guión nos cuenta parte de lo que podía haber pasado y siempre visto con los ojos de la chiqulla.

Los actores se desenvuelven lo mejor que pueden, Gere está bien en su papel quinquillero y suburbial, Shepard también realiza a la perfección ese personaje del rico hacendado al que se lo han dado todo hecho pero que tiene los pies en la tierra,  Brooke Adams está correcta, sin destacar en exceso en un papel quizás demasiado arriesgado para ella. La niña Linda está fabulosa como adolescente que narra lo que cree recordar cuando vivió aquellos sucesos tan personales. Para el recuerdo queda su frase final "La vida es muy larga y sólo se vive una vez", en un intente auto justificativo de las miserias cometidas por su hermanito, ese Gere bello y deplorable al mismo tiempo. Una película para el recuerdo por su maravillosa fotografía y puesta en escena, imprescindible desde el  punto de vista estético.

viernes, 18 de octubre de 2013

CRIMEN PERFECTO (1954)

    Genial cine de crímenes y suspese de Hitchckok, una de las mejores películas de su filmografía. En un espacio reducido a un salón comedor de un bello hogar londinense de aspecto victoriano se desarrolla esta enrevesada trama en la que un marido agraviado por los cuernos de la mujer con un amigo escritor y sabedor de su jugosa herencia planea una sofisticada forma de quitarsela de enmedio sin despertar ninguna sospecha. El crimen perfecto. Todo está calculado al milímetro. Tan solo necesita la colaboración de un delincuente común al que convenientemente chantajea para que realice el trabajo por él. El asesino material deberá ejecutar su macabra misión tras una conveniente llamada por teléfono del marido que permitirá que su esposa salga de la cama y coja el teléfono. Entonces el vil criminal estrangulará a la bella pero infiel esposa. Y aquí paz y después gloria piensa Tony Wendice (Ray Milland), el marido. Pero resulta que la bella damisela se revuelve, se estira y agarra unas potentes tijeras que fulminan al criminal. Entonces comienzan a surgir las complicaciones y el crimen perfecto se empieza a desmoronar. No obstante Tony muy habilmente trata de reconducir el caso. Y consigue que su mujer sea declarada culpable de homicidio aunque todo dará un giro inesperado que amenazará con dar al traste todo su diabólico plan.

   Es puro cine de suspense Hitchckokiano. Es un chute en vena que siempre resulta deslumbrante, inteligente, atrevido, impetuoso. No me canso de verlo. En realidad hay que decir que es la traslación de una obra de teatro al séptimo arte. Todo el thriller se circunscribe a las cuatro paredes de la casa. Ello consigue generar mayor sentimiento de claustrofobia, algo que el maestro siempre buscaba. Quizás no alcanza a La soga, otra de su obras fundementales que, como esta, encontrará en el escenario del crimen la solución al mismo. Destaca sobre todo el papel de Ray Milland, ese Tony Wendice endiabladamente inteligente que sabe improvisar sobre la marcha cuando los acontecimientos se tuercen con una soltura deslumbrante. Es casi un genio del asesinato, hasta sabe mal que no consiga su objetivo por su maldad congénita, casi diabólica. Porque finalmente la inteligencia y perspicacia de un anciano detective encontrará, en el momento límite, cuando todo parece indicar que Tony conseguirá que su plan sea perfecto, la clave de bóveda, la llave que resuelve todo el entuerto. Es curioso como Hitchock utiliza precisamente ese elemento para resolver el enigma.


   El guión es brillante porque la trama está perfectamente elaborada, meticulosamente engrasada,  cuidando cada detalle para que todo encaje a la perfección. En cada secuencia introduce la tensión necesaria con vuelcos argumentales contínuos que nos sorprenden cada vez más ofreciéndonos las dosis necesarias para no parpadear apenas, para dejarnos exhaustos con un final muy imaginativo, imprevisible y brillante. Hitchock se ríe de nosotros, juega con nuestras emociones gracias al genial dominio de los tiempos, de los momentos narrativos.

   Los actores están francamente brillantes, sobre todo un magnífico Ray Milland, soberbio, arrebatador. Los gestos, las facciones parecen perfectamente esculpidas para reflejar las emociones, el odio hacia el escritor que le ha robado a su mujer, la hipocresía, el aguante ante situaciones casi desesperadas. Es de esas interpretaciones en las que el villano consigue transmutarse en héroe sublime, perfecto, resultandonos tremendamente simpático aunque sepamos de la vileza de su crimen. Grace Kelly interpreta a Margot, una bella y dulce  mujer atrapada por su deseo hacia otro hombre.  Como siempre está correcta, no sobresaliente pero es la Kelly, siempre arrebatadoramente bella y elegante.  Robert Cummings es el escritor y amante Mark Halliday resolviendo con brillantez su papel de comparsa en la trama principal, un papel ambiguo que parece rozar con su mente la solución del asunto. Y magnífico el papel de John Williams como el inspector Hubbard, ese venerable anciano, tranquilo y sagaz que conseguirá con su flema británica cautivar al espectador, un papel escueto pero magníficamente interpretado. 

  En cuanto a la realización destacaremos aspectos habituales en el cine del autor británico: un cuidadoso uso del travelling, unas secuencias donde la cámara está quieta, inmovil, cual documentalista que se limita a filmar lo que esos animales de la interpretación se aprestan a llevar a cabo. Y ese voyer que mira desde un punto subjetivo, particular, ofreciéndonos su propia visión de los hechos desde diversos puntos de la habitación con planos a veces imposibles que propician una enorme expresividad y tensión emocional. ¿Dónde esta Hitchcock?, deberán adivinarlo, pero estar está, como en todas sus películas, en un cameo casi inapreciable.  Como curiosidad destacar que fue rodada con la cámara de visión natural de Gunzberg que permitía su proyección en tres dimensiones.

  Otra obra maestra del maestro, quizás no entre el grupo colosal que forman cintas como Psicosis o Vértigo pero fundamental en su filmografría. Una nueva reflexión sobre el crimen perfecto, sobre su materalización e imposibilidad porque el crimen perfecto no existe, solo sucede que, en ocasiones,no aparece la persona precisa para dar con el enigma.

sábado, 12 de octubre de 2013

LOS NIÑOS DEL BRASIL (1978)

    Técnicamente muy bien rodada, con una fotografía en color de Henri Decae, icono de la Nouvelle Vague, plena de colores pálidos y sugerentes, narra una historia medio realidad medio ficción con la enigmática y perturbadora figura del doctor Joseph Mengele, el "ángel de la muerte" de Auschwitz como centro de toda una trama de suspense muy a lo Le Carré.  Mengele fue el sádico médico que torturó y realizó experimentos aberrantes con los prisioneros gitanos y judíos. Particularmente repugnantes fueron sus experimentos con niños como la inyección de tinta de color en las pupilas para cambiar su aspecto o su crueldad con los recién nacidos dejándolos morir de inanición.  Es sabido que después de la guerra consiguió escapar viviendo plácidamente en sudamérica donde murió ya mayor en las costas de Brasil. Hasta aquí parte de la historia oficial de Mengele.

   La película se centra, sin embargo, en la etapa en la que vivió en Paraguay y nos cuenta una historia basada en la novela de Ira Levin que teniendo dosis de ficción notables se basa en muchos hechos comprobados sobre la vida del despreciable criminal nazi. La narración de la historia nos sumerge en la tenebrosa planificación por parte de Mengele y un grupo de jerarcas nazis que escaparon de los juicios de Nurember de un macabro plan con el objetivo de poner en pie un IV Reich. Utilizando a la organización ( sabemos que ODESSA tuvo mucho que ver en la huída y cambio de identidad en América latina de los criminales nazis) ordenará el asesinato de más de 90 personas. Estos viven en diversas partes del planeta y son sencillos padres de  familia, gente humilde y sin ninguna aspiración política pero guardan una semejanza que el propio guión y el desenlace de la película se encargarán de desvelarnos. Por lo pronto tenemos también a Liebermann, el cazanazis, implicado en desbaratar lo que aparentemente no tiene sentido alguno. Pronto descubrirá el horrible secreto y tratará de impedirlo a pesar de su avanzada vejez y estado de salud.

  
   El guión construye una trama de intriga convenientemente sazonada de cine histórico que comienza con el descubrimiento de ese plan diabólico que no acabamos de comprender. Un joven activista antinazi descubre una reunión secreta de Mengele con un grupo de asesinos nazis en Asunción y pronto da cuenta de ella a Elza Lieberman director de la agencia de cazadores de nazis. En principio no hace mucho caso al joven, le recomienda que se aleje del peligro pero este no hace caso, se juega la vida y la pierde pero obtiene una grabación de la reunión que Lieberman escucha parcialmente dándose cuenta de la gravedad del asunto. Pronto el anciano moviliza a su organización para que investigue el asunto. Ahí comienza la intrincada historia de misterio donde Lieberman viajará siguiendo las pistas que recaba tras los primeros asesinatos de la organización de Mengele. Hay que señalar que la historia es tan rocambolesca que resulta un tanto surrealista. Pero para el que guste de historias de espionaje sazonado con altas dosis de nazismo será un bálsamo.

   Una de las virtudes de la película, al margen de lo poco creíble de la historia, son las interpretaciones, en especial el gran Laurence Olivier que, aunque muy avejentado ya, en una de sus últimas apariciones en el celuloido, no deja de sorprender por su calidad interpretativa. Está creíble y llevando él, a sus doloridas espaldas, el peso de toda la película. James Mason, otro crack de la interpretación está bien solo que aparece en escasas ocasiones, como jefazo nazi, para parar los pies al desmesurado y lunático Mengele. Este último está interpretado por Gregory Peck, un actor ambiguo, que solo ha ejecutado unas cuantas interpretaciones destacables en toda su carrera. En esta ocasión realiza un Mengele verdaderamente desmesurado y brutal. No es creíble, por mucho que se esfuerce, está demasiado histriónico, está tan exagerado que resulta hasta cómico. Este es el trío de grandes pesos pesados con el que cuenta el film.

  La dirección del realizador Franklin J. Schaffner peca de estatismo, las posibilidades del guión se ven bastante cercenadas por una rigidez en los planos que no la hacen ágil y visulamente atractiva. En realidad, como he comentado en otros casos, la película parece acartonada, mucho más antigua de lo que es. Probablemente en la dirección esté la clave de este envejecimiento prematuro, de que se vea como una película vieja, sin vitalidad. No es, ni de largo, uno de sus mejores films (el planeta de los simios, El señor de la guerra, Papillón,Patton). Y quizás es en la secuencia final donde peor resulte su dirección, unos minutos angustiosos que se hacen visulmente poco creíbles.

Respecto a la banda sonora, es buena, obra del genial Jerry Goldsmith, quizás poco presente a lo largo del metraje pero que otorga esos momentos de misterio y dinamismo convenientemente sazonados a lo largo de la película, de ese estrés necesario para no dormirse, destacando más como suite al principio y en los créditos finales. En definitiva una película interesante para adentrarse en el mundo del postnazismo en América Latina, en algunas de las ideas alocadas de establecer un nuevo Reich, de resucitar, con la ayuda de la ciencia, todas las características que llevaron al mundo a la Era de Adolfo Hitler. Sólo apta para fieles de este tipo de cine.







 

lunes, 7 de octubre de 2013

AUSENCIA DE MALICIA (1981)

  Interesante película de Sydney Pollack sobre el mundo de la prensa y las consecuencias del sensacionalismo a través de un caso muy concreto relacionado con el asesinato de un líder sindicalista y las posibles relaciones con el hampa. En realidad la cuestión que se dilucida en esta película es hasta que punto un periodista debe publicar unas informaciones que no ha contrastado previamente. Esta actitud irresponsable puede originar graves inconvenientes si la información resulta ser falsa o no completamente verdadera. En este caso el asunto es muy delicado y el hijo de un jefe del hampa se ve salpicado por unas informaciones publicadas por una periodista que busca notoriedad, que quiere ascender. Ella es Megan (Sally Field), la periodista que cree que todo es lícito y que si existe la más mínima posibilidad de que las informaciones que ha recibido sean verídicas no hay inconveniente en publicarlas.  Su irresponsabilidad va a salpicar a Gallagher (Paul Newman), el hijo del gángster dedicado a un negocio de importación de licores. Este se verá envuelto en una compleja trama policial y judicial de la que le resultará muy difícil salir airoso. Por si fuera poco sus obreros harán caso a los sindicalistas y dejarán de trabajar, poniendo a su empresa al borde de la desaparición. Entonces Gallagher contactará con Megan, tratando de engatusarla y tejiendo un elaborado plan para hundir su carrera y salir indemne del envite.

   Lo más destacado es esa reflexión sobre el poder de la prensa y sus consecuencias de todo tipo para las personas que teóricamente han sido difamadas. Así, Pollack teje un elaborado drama que acierta en poner de relieve esas consecuencias, nunca positivas, dramáticas en ocasiones.  Además se añade la trama policíaca y  otras como la comedia o los juicios lo que ofrece una interesante combinación. El guión está lleno de interesantes diálogos y de un duelo interpretativo entre el mediano empresario y la periodista que asciende paulatinamente en tensión ( incluída la sexual, algo prescindible y metido con calzador).  La gran virtud del guión es el dibujo de los personajes, su introspección psicológica en su relación dramática aunque en el fondo es un tanto convencional. Su mayor defecto es que el guión trata de construir un entretejido thriller de mafiosos que no acaba de arrancar, es un quiero y no puedo. El espectador se queda con ganas de más, de que el argumento siga por ese camino y finalmente se va desinflando. Sigue una línea argumental de esas consecuencias y la venganza de Gallagher, el hijo del mafioso que desbarata a la ambiciosa periodista que no se detiene en remilgos morales a la hora de extraer toda la información lo más llamativa posible sin importarle las consecuencias terribles que pueden conducir a un verdadero callejón sin salida para personas vulnerables.

  Las interpretaciones son duales: una Sally Field que resulta más bien plana, poco creíble en su papel de periodista todoterreno, agresiva. Newman está bien, mejorando como el buen vino, en su línea, en un papel duro del que sale muy airoso. Como pareja protagonista carecen de empatía, no hay química entre ellos ni siquiera en las escenas sexuales. Melinda Dillon (Teresa) también merece mención aparte en un papel lleno de dramatismo y complejidad psicológica.

 
 Quizás el mayor problema de esta película sea que no ha envejecido bien. Sucede en ocasiones con películas que en su día destacaron y que guardando lecciones interesantes las vemos como pasadas de rosca, vetustas en definitiva y presentan un aspecto como de telefilm cutre. El aspecto que el director da a la película seguramente sea buscado pero visto hoy día parece pobre: esos edificios de apartamentos suburbiales, los coches y ese barco de Gallagher es lo que da ese aspecto un tanto acartonado. 

Los decorados no ayudan mucho a remontar esta situación, la redacción del periódico resulta gris y fría, casi desangelada, demasiado ochentera. Sin embargo el mensaje que pretende transmitir la película está en plena vigencia hoy en día, con una prensa cada día más amarilla y que pasa por encima en ocasiones del honor de las personas, atreviéndose a publicar sensacionalistas descubrimientos que después no pueden ser comprobados. El personaje del periodista trepa, que busca ascender sin pensar muy bien en el daño que pueda hacer a otras personas, por muy públicas que estas sean. Todo eso sigue en boga, Pollack lo retrata muy bien a pesar del envejecimiento visual y estético del metraje.  Es posible que esta película dentro de la filmografía del director norteamericano pase un tanto desapercibida pero la historia tiene fuerza a pesar de sus taras, merece la pena revisarla más en estos tiempos de desgracia para el periodismo. Recomendable para cualquiera que quiera ser periodista o quiera desentrañar los defectos de esa noble profesión y para cualquiera que quiera ver a Newman creciendo como actor, en una carrera imparable hasta sus últimos días. Lo demás es accesorio.

15 AÑOS Y UN DÍA (2013)

 
  Una historia desgarradora, de sufrimiento familiar, en torno a los errores de un adolescente problemático. A pesar de que el muchacho es de buena familia, educada aunque desestructurada,  Jon será un chaval muy conflictivo del que ya vemos en la primera escena de la película cómo trata de destacar en su grupo de amigos desafiando a la muerte por una simple apuesta.  Sus barrabasadas serán de tal calibre que será expulsado del instituto. Su madre, viuda, ya no puede con él y decide enviarlo al mediterráneo con su abuelo, separado de su madre desde hace décadas. El abuelo es un militar retirado que tratará de enderezar lo que se ha torcido pero que se verá también desbordado por el empuje de rebeldía del muchacho que pronto hará nuevos amigos, se tatuará el emblema de su banda y acabará inmerso en una reyerta en la que un chaval hispano morirá.

  Esta es la historia base en la que la directora vasca Gracia Querejeta introduce su peculiar punto de vista, más centrado en ese sufrimiento familiar y en particular de las mujeres, ya sean madres, abuelas o partícipes en la trama. El personaje principal, Jon, es tan solo la excusa propiciatoria de todos los desmanes que provocan ese dolor, ese padecimiento femenino. La madre, será la que sufra, en parte a distancia, como madre que es del desacerebrado chaval, sufrirá también su abuela y también la amiga íntima del abuelo, policía para más inri. Y sufre también la chica de la banda, que se enamora del chaval. También hay hombres que sufren, en especial el sufrido abuelo que trata de ser un padre estricto, que imponga disciplina al chico pero que consigue el efecto contrario. Como siempre en sus películas Querejeta, que en esta ocasión dedica su trabajo a su padre, recientemente fallecido, bucea en la psicología de los personajes, realiza esa instrospección que nos desvela el interior de sus almas atormentadas. Y también utiliza los silencios, momentos tan dramáticos e intensos como en los diálogos propiamente dichos

  Y sin embargo el guión no acaba de arrancar a lo largo de todo el metraje, es un quiero  y no puedo contínuo en el que el dramatismo desatado no se dispara, se diluye en otros temas de menor enjundia. Es como si el guión abordase una serie de aspectos muy interesantes y no los desarrollara, perdiera la oportunidad  de tomar esos nuevos caminos y quedara finalmente sensiblemente desaprovechado. Hay temas a los que se acerca, como digo, pero no profundiza: la familia desestructurada, la violencia en la adolescencia, el drama del desempleo, la soledad de la vejez, las dificultades de una personalidad poco empática, etc.  Además hay un errático caminar del argumento que, de pronto se trasmuta en un thriller de medio pelo, una investigación policíaca que no aporta nada, descafeinada, que podría haber dado mucho de sí pero se diluye como un azucarillo dejando de lado el tronco principal del argumento que es la relación nieto-abuelo que podía haber sido mucho más trascendente e interesante.


 Todo ello lo suple una magnífica, como casi siempre Maribel Verdú en el papel de Margo, la madre sufridora con apariciones de gran dramatismo a principio y final de la película, en especial su monólogo final, y Tito Valverde que está mejor que bien en el papel del abuelo, Max. El resto del elenco solo correcto:  Belén López como la policía Aledo, amiga de Max y el protagonista juvenil del drama, Jon, interpretado por Arón Piper que es el más flojito de los protagonistas principales según mi punto de vista.  En realidad los protagonistas adolescentes dejan mucho que desear, desde el inmigrante vendedor ambulante a la peluquera y trabajadora de un locutorio. Piper no acaba de convencer, le faltan tablas y mayor convicción en lo que hace.

   En definitiva una película aceptable que por momentos descarrila, por un guión no muy bien enlazado y trabado que pone al filo del desastre un drama sobre esa etapa de la vida de una persona que es la difícil adolescencia y que solo salvan las magníficas apariciones estelares de la Verdú y de Valverde, recuperado en esta película para el cine.
    La factura técnica de la película no deja de ser correcta y sencilla. Querejeta escapa siempre del uso de planos rebuscados o artificios mágicos, haciendo fácil lo difícil y facilitando al espectador inmiscuirse en esa bomba de sensaciones, de desgracias y aspectos positivos, que de todo hay en su cócktel íntimo y personal aunque en esta ocasión desacertado. Es por ello que dentro de la ya nutrida e interesante filmografía de su autora esta  historia de adolescencia mal llevada no acabe ocupando un lugar preeminente, a pesar de su nominación para representar a España en los Óscar.