lunes, 10 de marzo de 2014

LOS DUELISTAS (1977)


   El color, una magistral exhibición de color, de luces y sombras, de escenarios muy cuidados, de cuadros románticos a lo Constable, bucólicos quedarán indelebles en nuestra retina al margen de todo lo demás, de la extraordinaria puesta en escena, de los decorados y exteriores, del atrezzo y el cuidadísmo maquillaje y, sobre todo, de la historia propiamente dicha. Porque es una película histórica que exuda poesía, centrada en la era napoleónica y su precipitado final, en donde dos militares franceses del mismo rango, tenientes, se enzarzan en un duelo a muerte ininterrumpido en el tiempo, nunca del todo resuelto y que se va eternizando, que no culmina hasta que, precisamente, francia cambia de época, Napoleón es derrotado y comienza la etapa del nuevo rey Luis (XVIII). Un odio infinito, un encono, que podría perfectamente haber estado representado en otra época y circunstancias, si bien no en todas las sociedades la disputa por el honor se dirimía en un duelo a espada o pistola.


   Deja helado saber que esta película es una ópera prima y que el director es el renombrado Ridley Scott. Su buen hacer está presente a lo largo de una película bien rodada, con una estética como decíamos muy lograda, de época, un tanto esteticista, que utilizará en otras de sus grandes producciones. Scott hace todo un alarde de capacidad técnica en la dirección cinematográfica, planos secuencia, primeros planos, trávelings y muchos más elementos técnicos. En este caso toda la acción dramática está dominada por la lucha, el duelo constante entre dos personas que reflejan dos mundos paralelos y contradictorios: El teniente de húsares, noble y realista Armand D'Hubert (Keith Carradine) y el teniente Ferraud (Harvey Keitel), de un estrato social inferior y retorcidamente bonapartista.

  Todo comienza con el soberbio e iracundo Ferraud diputándo el honor ultrajado del emperador, un duelo de honor que será reprobado por la superioridad. Entonces entra en escena D'Hubert, que es enviado para detenerlo y meterlo entre rejas. Sin embargo no es capaz de apresarlo y por el contrario acaba batiéndose a duelo con el propio Ferraud, irreverente e irrespetuoso, dando comienzo a un periplo por toda Europa, según avanzan las guerras napoleónicas, donde se batirán en duelos que siempre acaban en tablas, si bien es siempre Ferraud el que obsesivamente busca a D'Humbert para finalizar su disputa de honor. Esos duelos son como combates dentro de una guerra, como algo personal entre un ser decadente y acabado y otro que ha de resistir a toda costa, un ser digno que debe aceptar con resignación vivir con dignidad. Scott nos traslada al contexto de las guerras napoleónicas distribuyendo la película en capitulos según avanzan hacia Rusia, en donde quedarán terriblemente congelados y destruídos, uno de los momentos más sobrecogedores del film.


    Vaughan-Hughes entreteje el guión que basado en un relato de Joseph Conrad recoge esta dicotomía del honor que no es personal sino ideológico y esa lucha eterna a la que finalmente no se pueden resistir ambos contendientes, por mucho tiempo que haya pasado desde las últimas tablas. La imagen final de la película nos transmite la idea de la derrota bonapartista en Santa Elena y además nos remite a la pintura bucólica de  Friedrich. La fotografía de Frank Tidy merece capítulo aparte y, como decíamos al principio, es magistral.  El color y la luz se entremezclan en interiores y exteriores. En los primeros la claridad emana desde las ventanas y en los vegetales exteriores los cielos grises se entremezclan con la luz y las sombras creando una magnífica sensación cromática. Por otro lado todo está perfectamente cuidado en la película, incluído el atrezo y el vestuario, generando un verismo sorprendente. Creemos habernos trasladado a aquella época, mucho más cuando vemos esos duelos de honor, con esos sables y espadas resonando en nuestra cabeza machaconamente. 


    La música de Howard Blake consigue traladar ese toque de época decadente, de final de un mundo y comienzo de otro, que tanto nos recuerda esta película. Magnífico ejercicio cinematográfico de Ridley Scott en la que fue su primera obra, una película inolvidable que logra trasladarnos como si dispusiésemos de una máquina del tiempo a una época en la que el honor y la lealtad estaba por encima de todo.

miércoles, 5 de marzo de 2014

GRAVITY (2013)


   Gravity es todo un despliegue visual y efectista en una situación límite magníficamente narrada e interpretada, una maravilla del nuevo cine que dejará una huella indeleble en los próximos años. Aunque quizás peca de tecnicidad, pues está rodada para ser vista en tres dimensiones y supone un nuevo avance en este campo. En ese sentido es más una obra de innovación técnica que de novedad argumental. Y sin embargo, la historia acaba cautivando. Cuando los astronautas están anclados a la nave nodriza como si fueran fetos en la barriga de una madre, siendo el espacio vacío la placenta, el cordón umbilical que los une se rompe, un imprevisto accidente (reflexionemos: un satélite ruso que explosiona, ¿casualidad?) destroza la nave y, de paso, los deja flotando en el espacio interestelar, a la buena de Dios, sabedores de que la delgada línea que separa la vida de la muerte es minúscula.

  Así comienza esta historia dramática, donde el espectador lo pasa mal y sufre con los avatares de la doctora Ryan Stone ( Sandra Bullock) que, siguiendo con el símil anterior, sobrevive sobre todas las cosas, a pesar de los duros avatares que le tocan vivir. Ella no tiene experiencia, es su primera misión espacial, pero está rodeada de todo un equipo de científicos y astronautas que la ayudan, en concreto Matt Kowalsky( George Clooney) la acompaña, enfundados en sus trajes, para reparar un imprevisto en el exterior de la nave. Pero entonces llega la onda expansiva, la basura que, a velocidad supersónica, amenaza con destruirlo todo. Ella queda separada, sale despedida, ha perdido la orientación y viaja hacia el abismo interestelar mientras observamos, con ella, como todo da vueltas a una velocidad enloquecida. A punto de morir encerrada en esa cárcel posiblemente de un ataque de pánico antes que de falta de gravedad, es rescatada in-extremis por su compañero pero cuando intentan regresar a la nave el desastre es total y absoluto, todo se ha ido a hacer puñetas y están solos, flotando a unos cuantos kilómetros del planeta azul. Deben actuar con rapidez pues el oxígeno dentro del envoltorio que los protege se va agotando, en especial el de la doctora que ha hiperventilado en su desventurada desconexión. Pronto deberán recorrer un largo camino para contactar con la estación espacial internacional.

  Más allá de la película de ciencia-ficción nos abruma la historia de supervivencia, la soledad, el miedo, el drama, el recuerdo de la hija perdida, la agonía y la lucha titánica por vivir pero sí que hay que destacar que todo esto, que forma parte del guión, no es innovador. Es una buena historia que emociona y atrapa pero aquí lo que prima es lo estético sobre lo ético. Técnicamente sublime, Cuarón podemos decir que atrapa el espacio dentro de la película como pocas obras lo han hecho. Su dirección es segura y brillante, diríamos que de un gran virtuosismo, utilizando el plano secuencia con gran acierto al comienzo del film, un plano que se hace insportablemente interminable, como el resto, incluso en interiores y continúa con ese buen hacer que hace que la imagen sea extraordinariamente poderosa, de una potencia sin igual. Después de su inolvidable e impactante Hijos de los hombres, ha regresado por la puerta grande a la realización cinematográfica.

  Todo ello sería imposible sin la labor de fotografía de Emmanuel Lubezki, fiel compañero de Cuarón que logra aquí, con unos medios tecnológicos desbordantes, una obra estética total, posiblemente la mejor imagen que en cine se haya dado del espacio exterior y del planeta tierra desde este, sin descuidar tampoco las calidades de la luz, una luminosidad pura que irradia en el rostro de la Bullock. La música de Steven Price, de una gran épica, actúa como un eco gravitatorio que envuelve ese espacio insonoro y apunta el dramatismo de una persona que se encuentra sola,  en un vacío que no solo es extraterrestre sino existencial.

   En cuanto a los protagonistas destaca la enorme presencia de  Sandra Bullock, quizás su mejor interpretación, para la que tuvo que realizar una gran labor metódica y física que ha merecido sobradamente la pena. Clooney acompaña bien, está correcto como casi siempre y destacar además de las voces de la radio esa inmensidad que es el espacio exterior, auténtica metáfora del terror y del peligro acechando constantemente. Gravity marcará un antes y un después a nivel técnico y visual, como ya hemos comentado, será largamente recordada y no solo por sus óscars aunque no alcanzará jamás la profundidad y alcance de 2001, la obra maestra de Kubrick con la que se la ha querido comparar.
 

 

domingo, 2 de marzo de 2014

GORDOS (2009)



 Tobogán emocional, película de subidas y bajadas, batiburrillo maravilloso de historias contrapuestas en las que prima lo sentimental, en el que Daniel Sánchez Arévalo nos sumerge en muchas películas, muchas tramas en las que prima la tragicomedia, con momentos de drama intenso y otros de comedia ligera. El punto en común de los protagonistas es una terapia grupal a la que acuden acomplejados por su obesidad.  A partir de ese momento comienza el baile de historias, el baile de gordos, a saber:  El gordo amargado, ex-presentador homosexual de teleprogramas que anuncia unas pastillas-milagro para adelgazar y que acaba preso de la bulimia y acude a pedir ayuda más por inercia que por otra cosa. Su vida es una mierda y, para colmo, su socio de toda la vida lo ha abandonado y es motivo de burlas y chanzas por doquier. La gorda joven y puritana acompañada de su novio ultracatólico que será sojuzgada durante demasiado tiempo. El gordo supuestamente feliz con mellizos que se odian eternamente. La joven gorda ejecutiva acomplejada porque su novio, de viaje en el extranjero, no conoce su actual volumen corporal. Y el terapeuta, de abdominales marcadas pero con un lío sentimental bastante gordo.


    Es cierto que las cinco historias están muy descompensadas entre sí, son como películas diferentes, con situaciones y subtramas de lo más diversas y por tanto el guión no deja de ser un constructo desigual, pero cada una de las historias tiene gancho, pegada y giros inesperados  aunque quizás se hagan demasiado explícitas en determinados momentos, en especial un exceso de corporalidad y de sexo, si bien el cine de Sánchez Arévalo es todo él así, excesivo, irreverente, irrespetuoso, trangresor.  Como ejemplo fantástico el cristo iluminado, fosforescente, preparado para afrontar el desnudo de sus vírgenes seguidores.


  Las interpretaciones están a un buen nivel tanto en el plano dramático como en el cómico, desde el histriónico Enrique un Antonio de la Torre magnífico como suele ser habitual, pasando por una inspiradísima Pilar Castro, en su papel de sufridora, Paula (Verónica Sánchez), bordando su faceta dramática, con el distanciamiento conyugal y los problemas que conlleva el embarazo para toda mujer, Abel (Roberto Enríquez) que está aceptable en su papel de terapeuta que parece tenerlo todo bajo control pero que poco a poco va destruyendo su propia existencia y hasta la joven Sofía (Leticia Herrero) dando muy bien en el papel de puritana que se soltará  el pelo, rebelándose contra su carca pareja, Álex (Raúl Arévalo) que domina a la perfección ese registro ultra puritano que sucumbe al pecado pero que se acaba por hacer insoportable la vida a los demás, papel por el que fue premiado con un goya. Finalmente Fernando Arbizu en el papel de Andrés, el gordo feliz que junto a Teté Delgado forman esa paranoica pareja que tienen unos hijos terribles, quizás la parte más simpática de todas. Finalmente, en esta película coral, destacar el personaje de Leonor (María Morales) que añade una nota muy lograda de acidez a todo el conjunto.

   Quizás el mayor logro de Gordos sea hilvanar en muchas historias  los traumas de unos seres acomplejados y conseguir lanzar el mensaje de la obsesión que la propia sociedad tiene sobre este tema, algo que raya ya en la paranoia colectiva y que desplaza a muchas personas a la marginalidad y el desprecio. El montaje también merece un comentario aparte, difícil empresa ante tantas historias que se entrecruzan entre sí,  por momentos nos abruma la cantidad de cambios y de saltos que la película va ofreciendo, acaba resultantdo excesivo, caótico, desbordante. Varias cosas  dan sentido a este sinsentido de filme y  lo elevan a la categoría de película altamente recomendable. No solo el guión y las actuaciones sino el trabajo de dirección que consigue dar coherencia a todo el conjunto. También la música de Pascal Gaigne, que destaca por su sencillez y profundidad, un compositor que se está labrando una buena fama en la música cinéfila.


   En definitiva una tragicomedia excesiva, irregular, paradójica e incluso entretenida que no nos dejará indiferentes, que nos conmoverá a iguales dosis de las que nos conseguirá crispar. 

sábado, 22 de febrero de 2014

LA HERIDA (2013)


   Una gran interpretación de la enfermedad es lo que Marian Álvarez exhibe en esta película sencilla y sufrida de Fernando Franco. No es un film que atrape o apasione sino que, por el contrario, se torna por momentos sinceramente desagradable ya que nos sitúa a Ana, una mujer que trabaja en una ambulancia ayudando a los demás, como centro de su propia enfermedad mental y de su autodestrucción. Tanto es así que el director sitúa la cámara en el cogote de la actriz protagonista y, por momentos, sentimos que estamos persiguiéndola, como si huyera despavorida, no como una manía persecutoria sino de la propia enfermedad psiquiátrica que padece, el conocido como trastorno límite de la personalidad. Pero no puede salir de su infierno particular, es consciente de ello y por eso se hiere, se castiga a sí misma, en secreto, sin que su madre lo pueda siquiera percibir.

   Todo en su vida se derrumba en su interior: su padre se marchó de casa y ahora se va a casar con otra mujer, su novio ya no le responde al teléfono y ha decidio cortar, carece de amistades fuera del trabajo, se sinte sola y culpable de todo lo que le sucede. La depresión la desborda y pronto llega la herida o, mejor dicho, las heridas que ella misma se inflige en una espiral autodestructiva.

   La película es como un documental de la enfermedad mental, que desborda el todo de la narración. El conjunto del guión está dedicado a describir la decadencia, la soledad, el infierno que vive Ana. Pero quizás por eso la historia no es tal, es decir, no hay historia o esta es tan endeble que acaba por mostrarse tediosa e irremediablemente intrascendente aunque en cierta medida conmueve por su realismo y crudeza. Y es que todo gira entorno a la descripción de unos síntomas que van a más, que son incurables e irremediables.  

  El director Fernando Franco, montador profesional que realiza aquí su primer largometraje, utiliza reiterativamente el plano secuencia, en un interminable seguimiento de todos los movimientos de su actriz que, dicho sea de paso, da sentido a esta historia, la llena y desborda por completo. Su interpretación es suficientemente contundente como para justificar su visionado, es desbordante, sorprendente, su rostro refleja el enorme sufrimiento que padecen este tipo de personalidades límite, el dolor y la frustración por no poder controlar su propia existencia. Merecido el premio del cine español a su interpretación.

    Una película obligatoria para los que disfrutamos de grandes interpretaciones aunque el contexto de la película no sea excesivamente atractivo. Un cine de desolación sin límite, sin alharacas ni pretensiones, de bajo presupuesto y alta calidad aunque no apto para personas poco acostumbradas a sufrir, a pasarlo mal viendo cine casi documental. También óptima para estudiosos de la psiquiatría y para los que, en general, sufren con el sufrimiento ajeno.

miércoles, 19 de febrero de 2014

LA GRAN FAMILIA ESPAÑOLA ( 2013)


    Españolada, ese es el calificativo que se me ocurre después de ver esta nueva y premiada obra de Daniel Sánchez Arévalo. Y no sé muy bien si eso es malo o es bueno porque la película tiene de todo y muchas cosas de las que hablar. La historia tiene como eje aquella noche memorable en la que España logró, por fin, el campeonato mundial de fútbol, ansiado ahelo de buena parte de una sociedad adocenada. Resulta que en torno a ese día una familia bastante compleja, formada por cinco hermanos, todos con los nombres de los protagonistas de Siete novias para siete hermanos, al parecer película fetiche para sus padres, va a celebrar la boda del pequeño, con dieciocho añitos cumplidos. Se va a casar en el jardín con la que había sido su novieta desde que iban al parvulario, algo bastante surrealista. Anque yo sigo sin saber si todo lo que se cuenta es puro suerrealismo o que nos están tomando el pelo. Situaciones incomprensibles, absurdas diría yo. Veamos: el padre está separado de la madre que al final no acude al evento y además casi está ausente porque sufre un vahído, un infarto en plena boda y en vez de llevarlo al hospital, uno de los hermanos, médico en el tercer mundo, decide tratarlo en la habitación de la casa. La boda se suspende por momentos, hay que esperar. Los invitados se impacientan y mientras uno de los hermanos, deprimido, intenta fingir que roban en la casa para trincar todo el oro en lingotes que su padre atesora. Pero hay más. Uno de los hermanos es disminuído psíquico, hace de tontito pero de esos que se acaban enterando de cosas que nadie más sabía.


  En este contexto se desarrolla una película técnicamente bien rodada, con una buena fotografía, unos temas musicales agradables y adecuados para cada situación y unos actores en general aceptables, en especial Antonio De la Torre, que úlitimamente se está saliendo. También Roberto Álamo aporta dosis de ternura y momentos de gran hilaridad con su papel del hermano con pocas luces. Sin embargo el guión es rocambolesco y caótico y supone una especie de actualización de la Gran Familia, aquella película del franquismo con Alberto Closas y Pepe Isbert pero pasándose mucho de rosca. Evidentemente ahora los padres están separados, los hijos ídem de lo mismo, uno tiene depresión, otro inseguridades vitales y hasta el muchachito casi imberbe monta la gorda. Para rematar la faena, tenemos una especie de pieza de musical sustituyendo a la tradicional música de entrada de la novia al altar jardinero donde se van a casar, algo perfectamente prescindible. Y como no una colección de personajes y personajillos, de freakis de manual, que pululan extraviados por esta singular parodia de  lo que pretende ser una familia bastante desestructurada con momentos que parecen tratar de emular a aquel caos maravilloso de El guateque, solo que con Raúl Arévalo haciendo un cameo-imitación a lo Peter Sellers.


  Pero no podemos obviar que el film transmite unas enormes ganas de vivir, de salir adelante a pesar de las dificultades, del desamor, de la depresión, de la crisis...también contiene escenas de un humor sencillo y cálido. Y también momentos de tensión dramática y pasión amorosa. En realidad podría ser algo así como un compendio de lo que es la propia sociedad española, esa que se agolpó aquella noche de verano para celebrar la victoria en el mundial de fútbol. Y por eso tiene algo de fotografía de esa sociedad compleja y contradictoria: la españa solidaria y la cainita, la romántica y la histriónica...en fin, España.  Una película irregular, repleta de un gran caos incontrolado, de momentos hilarantes y otros absurdos. En definitiva una obra contradictoria, como lo es España.

lunes, 17 de febrero de 2014

MISTERIOSA OBSESIÓN (2004)

     ¿Nos hemos planteado alguna vez que pasaría si olvidáramos a nuestros seres más queridos?. ¿Sería entonces posible argumentar que esos seres, nuestros hermanos, nuestros propios hijos, jamás habían existido?. Partiendo de este interesante dilema la película nos traslada a la obsesión patológica de  Telly Paretta ( Julianne Moore). Ella dice haber sufrido la pérdida de su hijo Sam en un accidente, tiene recuerdos, desde que nació, su crianza y, en especial, ese día en el que lo despidió en un avión camino de un campamento de verano y ya jamás regresó. Después llegaría la terrible noticia del accidente aéreo y el funeral. Pero Telly está loca, está bajo tratamiento, porque se inventa una vida paralela a la real. Nunca hubo niño. Su marido Jim (Anthony Edwards) y su terapeuta el doctor Jack Munce ( Gary Sinise) tratan de hacerle entender que al niño lo perdió en el parto. Pero ella no los cree, cuando llega vemos a Telly viendo fotografías con la criatura, incluso dispone de una antigua casette de VHS donde sale el niño jugando. Se trata de una enfermedad paranóico-obsesiva, dicen todos. Y un día encuetra que las fotos y los vídeos han desparecido, incluso la foto familiar donde aparecían papá, mamá y el niño está ahora sin el chaval. ¿Ha sido acaso borrada?. La cuestión a dilucidar es si por la mente de Telly, a la cual, por fin, le está haciendo efecto el tratamiento o por alguien que quiere hacer desaparecer cualquier prueba de la existencia de Sam, quiere borrar las mentes de todos los que rodearon aquel suceso.

  Aunque el tratamiento parace estar haciendo efecto Telly no se resigna a perder sus recuerdos, su hijo que  tanto quiso y cuidó hasta el accidente sí que existió y no está dispuesta a aceptar que nadie lo recuerde, ni su marido ni nadie más. Por eso continúa investigando, busca en la hemeroteca y observa hundida como no hubo accidente de avión. ¿Qué hacer?. Lejos de caer en la más absoluta desesperanza persiste en la lucha. En aquel accidente murieron más niños, busca al  padre de una niña que murió, Ash Correll (Dominic West) y lo localiza alcoholizado pero asegurando que jamás tuvo una hija. ¿Todos están en su contra?.¿Todos han olvidado?. Agotada por su huída, pasa la noche en el apartamento de Ash y por casualidad descubre algo que va a ser trascendental:  alguien ha empapelado la habitación infantil dónde vivía la niña. Debajo del papel aparecen todas las paderes llenas de pinturas infantiles. Por la mañana Ash sigue sin reconocer la existencia de una hija pero Telly le insiste: Pronuncia su nombre....se llamaba Lauren...recuerda...repite su nombre....pero no hay nada que hacer.  Ash llama a la policía pero Ally se marcha, la están esperando en la calle para detenerla y acaso internarla en un centro para maníacos.




    De repente Ash comienza a tener un pensamiento....Lauren....Lauren...Lauren....y empieza a recordar. Sí, ¡Era su hijita!, pero, ¿Cómo había podido olvidala?. Rápidamente baja a la calle y ayuda a Ally a escapar. Ambos emprenden una  huída frenética contra los agentes de la Seguridad Nacional y contra un individuo muy extraño que aparece siempre persiguiéndolos y parece que es inmune a cualquier golpe o caída.



  Hasta aquí el argumento principal o, al menos, el comienzo de la trama que va a ir derivando cada vez con mayor claridad hacia la ciencia ficción. Obviamente Ally  no estaba loca sino que todos habían olvidado. Quizás este aspecto el más interesante de la historia, el hecho de que todos olviden y la necesidad del olvido para superar determinadas situaciones personales e incluso sociales, el olvido de una socidad al completo para evitar males mayores.


   Bien rodada, buena fotografía, ritmo intenso, pierde fuelle precisamente en la segunda parte aunque quizás sea en este segundo tramo en el que más estremecimiento sentimos,  más congoja ante la evidencia de la situación que observamos. La película logra lo que busca, mantener la atención y sobre todo entretener.  Podrían extrapolarse pensamientos filosóficos y morales como trasfondo de esta película: quizás pensar cómo nos pueden controlar el pensamiento desde fuera es lo que más estremece, al margen de quien lo haga . Esto nos debería hacer reflexionar aunque lo más probable es que se trate de un simple producto de entretenimiento como thriller psicológico en el que hay  un claro acercamiento al mundo irreal de las abducciones. 


   La música de Horner está francamente bien, muy acorde con la situación dramática que vivimos e incluso llegamos a sufrir. Julianne Moore está magnífica como casi siempre, en ese papel de mujer sufridora y luchadora hasta la extenuación y  Dominic West tampoco le va a la zaga, alcohólico, su vida se ha derrumbado pero luchará también para llegar a la verdad. 

  En general una película sin demasiadas pretensiones, de temática sobrenatural, de ficción, pero que no desmerece su visionado sobre todo si lo que buscábamos era sufrir un poquito con el drama, y levantarnos del asiento en el tramo final inquietos ante algunos arrebatos, reflexionando sobre la pertinencia o no del olvido y su manejo por alguien desde "arriba".

sábado, 8 de febrero de 2014

Amazing Grace (2006)

    Amazing Grace es un himno cristiano compuesto por John Newton, uno de los personajes de esta película,  que sirve de himno o hilo conductor de esta gran historia de humanismo que cuenta la vida política y personal de  William Wilberforce, luchador  durante toda su vida por la abolición del comercio de esclavos. Amigo del que fuera  premier británico durante casi dos décadas, William Pitt el joven, marchó de derrota en derrota hasta la victoria final. Su campaña contra la esclavitud estuvo muy ligada a su conversión al catolicismo y su apoyo en una secta conocida como Clapham Sect. Su fe lo llevó también a interesarse por las reformas sociales y las mejoras en las condiciones de vida de los obreros en las florecientes industrias británicas dentro del marco de la revolución industrial.  Pero hay que destacar que no estamos ante un biopic al uso aunque también. Porque lo que predomina en esta fiel recreación de la época entre finales del XVIII y principios del XIX en la Gran Bretaña es la idea de lucha justa contra la barbarie, contra la ignominia de los que anteponen los intereses de la oligarquía, de los hombres de negocio, del dinero, del capital en definitiva sobre los derechos humanos, en una época en la que ya se estaban plasmando por escrito los derechos de los que había hablado la Ilustración. Y si bien el Imperio Británico estaba luchando contra la Francia revolucionaria, no es menos cierto que muchos políticos e intelectuales británicos habían aceptado su derrota en los Estados Unidos y el que todas aquellas ideas fueran calando como la lluvia fina, poco a poco.

   En su lucha contra la esclavitud se enfrentará Wilberforce contra toda la bancada parlamentaria porque en un principio ni siquiera sus propios correligionarios le apoyan. La mayoría del parlamento apoya la continuidad de la esclavitud por suponer la base de su economía mercantil. ¿Qué va a ser de la producción de azúcar y de nuestros negocios en Jamaica y las Indias Orientales? argullen sin demasiado pudor ante las proclamas de Wilberforce, el auténtico protagonista de la película. Es cierto que en un principio nuestro protagonista aparece como un acomodado burgués que se interesa por la acción política y que acoge en su palacete a menesterosos que suplican por un plato de comida. Sin embargo será después cuando conozca algunos testimonios aterradores ( que no se obvian en la cinta) cuando tome conciencia de la brutalidad contra seres humanos, de las condiciones infrahumanas del transporte desde África hasta su destino en las plantaciones. Es entonces cuando, tras conocer a un antiguo esclavo ( interpretado por el cantante negro Youssou N'Dour) toma conciencia de la crueldad, de la realidad del drama de la esclavitud. Así se convirtió en el mayor defensor del abolicionsimo iglés.

   Es interesante como documento histórico, pero también como película política, por las escenas de duelo parlamentario, en la cámara de los comunes donde su magnífica oratoria es contrarrestada por brillantes declamaciones. Muy buena ambientación, el guión de Steven Knight consigue adentrarse en las tripas del poder británico, en eso que se suele denominar "las bambalinas del poder", donde de verdad vemos opiniones y actitudes que retratan muy bien a determinados personajes. También es interesante observar como en aquel sistema parlamentario tal y como siempre ha sucedido, son necesarias campañas de concienciación y movilizaciones que presionen al poder establecido para que vaya reconociendo poco a poco determinadas injusticias. Lo más esperanzador es que después de una enorme lucha se consigue siempre el fruto justo a las reclamaciones. Algo también de agradecer es que la película no resulta aburrida y en todo momento mantiene la atención del espectador.

  Otra virtud de la película de Michael Apted es lograr una excepcional ambientación, una recreación fiel de la realidad, sin necesidad de caer en excesos dramáticos. Lo importante es el mensaje, no la imagen, diríamos, pero sin descuidar el atrezzo: vestuarios y peinados de época también están muy bien conseguidos. En general todo el film está muy bien rodado, tanto en interiores como en exteriores, con una fotografía magnífica de Remi Adefarasin.

   Las interpretaciones son magníficas aunque quizás estén mejor los secundarios que los protagonistas principales. Benedict Cumberbatch en el papel de William Pitt se muestra ambicioso por el poder, llegando a  ser primer ministro de Su Magestad con tan solo 24 años. Michael Gambon maravilloso com Lord Charles Fox, incisivo y vital moviendo sus hilos en la cámara, Albert Finney como John Newton, un antiguo negrero arrepentido que influye decisivamente en el protagonista principal y que cuenta la historia que compuso el himno cristiano "Amazing Grace" que cantan en la película y que sirve de título a la misma, Ciarán  Hinds impresiona en un papel hecho a su medida, como líder fustigador de los antiesclavitud y Rufus Sewell como Thomas Clarkson, en un papel que le aleja de los habituales estereotipos de malvado.  Respecto a los protagonistas principales, Ioan Gruffud, está francamente bien en el papel principal como William Wiberforce y la joven Romola Garai también correcta aunque en un plano inferior.


   
   Un buen documento que saca a la luz a un personaje que hizo mucho por la abolición del comercio negrero en el imperio británico y que nos muestra una lucha personal y parlamentaria soberbia.
 


MIENTRAS DUERMES (2011)

   La inquietud se apodera del espectador poco a poco, sin prisa pero sin pausa, viendo a un personaje vil y sádico, que ejerce como portero de un lujoso edificio del centro de Madrid. Está a punto de suicidarse porque ya nada hay que merezca la pena seguir viviendo, es un ser infeliz, incapaz de sentir. Pero entonces llega Clara. Ya ha elegido una nueva víctima para su colección poniendo en marcha el ritual, su enfermiza obsesión por las mujeres jóvenes, en este caso su obsesión por Clara ( Marta Etrura).  El obseso, pervertido y malévolo portero es César ( Luis Tosar), la verdadera encarnación de la vileza, podría ser un perfecto enemigo público número uno, solo que sutil y actuando con alevosía y nocturnidad. César destila maldad por todos sus poros, está obsesionado con Clara y puede penetrar a diario en su apartamento, antes de que llegue de su trabajo, esconderse debajo de la cama y esperar a que el sueño profundo le permita realizar su ritual, con el cloroformo preparado para dormirla anestesiándola, poseyéndola en su propia cama.

    Por la mañana Clara está aturdida, cada día se encuentra peor. Al descender el rústico ascensor  camino del trabajo allí está César sonriente, alegre, retomando en su interior nuevas esperanzas. Visita a su madre en estado casi vegetativo, desconocemos si la enfermedad es natural o forzada por su hijito. César le cuenta lo que va haciendo con Clara que no es más que una de sus víctimas, a la que le ha tocado en gracia, es un decir, padecer el suplicio de este obseso. Sin embargo una no menos malvada vecina, un niña pequeña pero tremendamente diabólica le ha descubierto entrando y saliendo de su casa y lo chantajea  aunque ella también probará la terrible medicina de César.


    La tensión crece cuando vemos al desaprensivo poner larvas de cucaracha para provocar una infección en el piso de Clara o cuando pone en todo su maquillaje droga que la va aturdiendo más y más. Después surgirá como salvador, luchando contra la plaga, creyendo ingenuamente que ya hay algo más que un simple hola y adiós entre vecina simpática y  un portero de paso.  Pero lo peor está todavía por llegar, sobre todo cuando aparece Clara con su novio Marcos ( Alberto San Juan). Entonces rabia de celos, porque cree que es suya, que solo él tiene derecho a poseerla.

   Pero todo  está en su imaginación y cuando ve a Marcos la locura se apodera de su ser. Entonces estará dispuesto a todo por no perderla. Una noche Clara y Marcos llegan por sorpresa al piso y César ya está allí, el depravado está debajo de la cama dispuesto a su ritual diario. Entonces debe aguantar una gran humillación y, tras estar a punto de ser descubierto por la mañana, logra evadirse de una manera típicamente criminal, con una habilidad magistral. Pero Marcos no lo ve claro, ¿por qué se había dejado una bolsa debajo de la cama?.¿Cómo es que puede entrar y salir del apartamento de Clara?. El drama estará servido, el asesinato, la culpa, el destrozo de una vida, la de Clara  marcará la segunda parte de la película.



   Lo cierto es que el guión de Alberto Marini consigue crear un muy convincente suspense durante todo el metraje y tenernos muy despiertos, ojo avizor, no sin provocar en nosotros un inquieto malestar. El director, Jaume Balagueró, teje una obra maestra negrísima, una película que no puede dejar a nadie indiferente, un thriller psicológico con todas sus características. Plano a plano nos sumerge un paso más en esa mente enfermiza incapaz de ser feliz, que solo vive para causar el mayor daño posible a las personas.

   Luis Tosar realiza de nuevo una extraordinaria interpretación, que destila maldad por todos sus poros. Ya lo habíamos visto como Malamadre e incluso en aquel abyecto papel de maltratador en Te doy mis ojos. Si en aquellas ocasiones bordaba su papel como villano, como escoria de la socidad, en este ejercicio de drama aterrador, bate todos los récords demostrando todas las caras de la psicopatía. Es que no se puede ser más malo. Pero Tosar no está solo, Marta Etrura se muestra como una extraordinaria partenaire, frágil y vulnerable ser que desconocerá en todo momento la verdadera identidad del psicópata César y cuya vida quedará terriblemente marcada por el abyecto criminal. Por último una banda sonora muy acertada de Lucas Vidal redondea esta obra maestra del último cine español. Un cine negro negrísimo que afortunadamente cada vez mejor el cine de casa está siendo capaz de abordar con mucha solvencia. Después de ver esta película pocas personas podrán dormir tranquilas si a su comunidad de vecinos llega un nuevo conserje o portero. Ese es el gran triunfo de esta película.


viernes, 7 de febrero de 2014

ARARAT (2002)


    Estamos ante otra de esas películas complejas del siempre interesante director canadiense de origen armenio Atom Egoyan.  En esta ocasión se trata de un verdadero ejercicio de estilo, de cine dentro del cine, en el cual se utiliza el rodaje de una película sobre la situación del pueblo armenio en Turquía a principios del siglo XXsu genocidio como punto central para desarrollar una trama en la que el estudio psicológico de los personajes es fundamental, como en otras películas de este poliédrico director. Tenemos por tanto cine dentro del cine, pero hay mucho más, ante todo la terrible sensación de desánimo cuando tratamos de entender la masacre del pueblo armenio y el negacionismo de toda una nación, la turca, que a día de hoy continúa sin reconocer lo que fue su propia barbarie, el asesinato premeditado y masivo de toda una población que habitaba en su imperio en la segunda década del siglo XX.

  El realizador canadiense consigue tejer una intrincada trama en la que varios protagonistas que no se conocen se entrecruzan e influyen en lo que es la trama inicial, el rodaje del film. Primero tenemos el personaje de Edward Soroyan ( Charles Aznavour) que es el director  de la película que, pretende revivir su pasado y el de todo su pueblo masacrado por los Jóvenes Turcos desde 1915, en plena Primera Guerra Mundial, en la región de Van.  Allí dialoga con David ( Christopher Plummer) que es el guardia aduanero del aeropuerto y que jugará un importante papel en toda la historia. El policía no le deja que acceda con una granada. Para Soroyan esa granada simboliza toda su lucha vital, que se convertirá en uno de los símbolos-fetiche propios del cine de Egoyan. La granada como fruta prohibida, como salvación vital en el límite de la caquexia. La prohibición de entrar al país con algo diferente, ajeno a Canadá.

 
   Después tenemos diversos personajes, destacando ante todo a Raffi ( David Alpay), un canadiense de origen armenio cuya madre es experta en historia del arte, en concreto en la obra de un pintor turco-armenio, Arshile Gorky y cuya novia, su hermanastra, odia a su nuera-ex-madrastra, culpándola de la muerte de su padre. El cuadro de Gorky, El artista y su madre, es muy importante, es clave en toda la atormentada y turbadora historia que entreteje Egoyan. Porque el cuadro es la prueba evidente de que el pueblo armenio sufrió, porque el pintor sufrió viendo morir a su madre y por eso no podía dibujar sus manos, después de años pintando su obra, de obsesiones y depresinones, basada en una fotografía que milagrosamente logró salvar a la barbarie turca, que masacró, torturó y pasó a cuchillo a toda su aldea. Todo esto que observamos es lo está rodando Soroyan en su largometraje. Los actores de la película que se rueda son importantes. El joven que interpreta al sanguinario oficial turco  Jevdet Bay, Alí ( Elias Koteas) es de origen turco en la realidad y discute con Raffi, negando la existencia del genocidio armenio.


  En uno de esos juegos circulares propios de Egoyan Alí es novio de Philip ( Brent Carver) que a su vez es hijo de David, el policía que no deja pasar al director con la granada del principio. Además David en su último día antes de jubilarse se enfrenta en la aduana a un encuentro final con Raffi que extrañamente regresa de Turquía con tres rollos de cinta, supuestamente para introducir exteriores en la película puesto que Turquía se negaba a que se rodara en su suelo, pero no sabemos muy bien si miente o dice la verdad puesto que la película ya ha sido montada. ¿a qué ha ido a Turquía verdaderamente?. Muestra algunas imágenes rodadas cerca del monte Ararat pero son de su videocámara. David y Raffi tendrán un duelo final verdaderamente apoteósico y simbólico. 

 Egoyan es un especialista en el interiorismo del alma humana, en entrar dentro de la mente de sus personajes. Y eso es lo que va haciendo en las dos horas que dura el film, tratando de desentrañar las fobias y filias, los duelos mal cerrados, las angustias de sus personajes pero que son también las de todo un pueblo, de una colectividad. Un galimatías deliberadamente propiciado para conseguir extraer un luz del caos, un mensaje claro y nítido que nos revele la verdad, su verdad, la verdad del pueblo armenio y la  mentira nacional turca. Como siempre con una acertadamente sombría fotografía, fría, interior. El rodaje se mueve en pequeños espacios interiores, incluso el estudio de grabación ( recordemos que el rodaje de la película dentro de la película no puede hacerse en Turquía) y vemos el interior de los estudios de grabación, las cámaras y el mundo de los actores, sus fobias y sus filias. La música de Mychael Danna es soberbia, melancólica, mezclando esos sonidos orientales y misteriosos que acentúan el temor de todo un pueblo, nuestro propio temor a descubrir la verdad de las cosas.

 Otra buena película de Egoyan, después de su éxito "Exótica"  de este director diferente que es capaz de sumergirnos en un mundo peculiar y difícil de entender, en el que hay que bucear y sumergirse para descubrir toda la carga de profundidad que acontece en tras la historia, la principal y la secundaria, no menos importante, los dramas familiares de unos personajes atormentados por su pasado, al igual que los armenios y su pasado negado por Turquía. Un buen ejercicio intelectual con buenas interpretaciones, sin destacar ninguna en concreto. Un trabajo quizás no redondo pero necesario.

martes, 28 de enero de 2014

EL SIRVIENTE ( 1963)


    Película rara, extraña, en ocasiones incomprensible por la infinidad de matices que van apareciendo en una historia que por momentos resulta siniestra y retorcida. El guión del dramaturgo Harold Pinter transmite un gran desasosiego, inquietud y suspense y nos acerca a un relato  de dominio y sumisión psicológica y sexual muy sutil, en el que las convenciones sociales saltarán por los aires. A destacar esas pausas, esos silencios que dicen mucho más que cualquier diálogo, un clásico en el autor británico. Hugo Barret ( Dirk Bogarde), mayordomo, entra a servir en la casa de un joven de buena posición social, soltero pero comprometido,  arquitecto lleno de proyectos, vivaz y trabajador, en el sofisticado barrio londinense de Chelsea. El joven, Tony ( James Fox) parece seguro de sí mismo, con una personalidad arrolladora, conquistadora. Y, sin embargo la llegada de este extraño mayordomo va a ser clave en un descenso a los infiernos en los que Tony será un simple títere en manos de Barret. Tony es lo que se dice un triunfador y pertenece al establishment londinense, se codea con la aristocracia británica y presenta sus proyectos arquitectónicos para la India a varios de sus protectores.  Goza con el privilegio de una bella pareja a la que ama y respeta. Pero no puede ni imaginar que el sirviente que ha contratado para su apartamento se va a ir apoderando de su vida. Este personaje oscuro solo es percibido en su completa personalidad por Susan (Wendy Craig), la novia de Tony. El ambiente opresivo que se respira en la casa es otro de los protagonistas clave, un ambiente que se percibe, casi se respira a lo largo del metraje.

   Tony será sutilmente diseccionado por Barret, como si de un animal de laboratorio se tratase. Incluso logrará eliminar a la molesta Susan introduciendo en la casa a una supuesta hermana que en realidad es su amante. Esta dulce pero tosca chica llamada Vera( Sarah Miles) seduce al dueño de la casa, lo atrapa como una araña en su red. Finalmente Tony será reducido a cenizas y convertido en el monigote que Barret deseaba, un servidor de sus deseos más oscuros. Poco podrá ya hacer Susan cuando encuentra a una persona destruida, vilipendiada, humillada y sumisa  a los designios del malévolo Barret. Aunque tampoco cabe desdeñar la propia fragilidad del dominador, que será ostensible en diversos momentos del film, en el que el sirviente sufre ataques de ira e irritación ante su propia debilidad.

  Partiendo de este intenso drama psicológico, el director, Josep Losey, consigue durante buena parte del metraje tenernos en vilo, sufriendo por los avatares de la pareja protagonista. Sin embargo la película, que recibió excelentes críticas en su momento se hace bastante tediosa por momentos y excesivamente previsible llegando a la parte final en un estado casi comatoso que no consigue remontar el vuelo. Todo lo contrario, es un final ambiguo donde no sabemos de verdad si lo que vemos es más un relato onírico o real, en todo caso poco convincente. Porque hay momentos en los que parece que el varonil Tony está perdiendo los papeles por el mismísimo Barret. Esa ambigüedad suponemos que estará bien recogida en Pinter, pero en la película no está bien lograda, es demasiado corriente y simple.


  Su trabajo de dirección es más que correcto porque consigue con esta película su obra más representativa y creativa. La mayoría de escenas en interior, sabe manejar la cámara en innumerables situaciones de riesgo, con planos y encuadres hiperexpresivos, muy atractivos. A ello se añade la acertada fotografía en blanco y negro de  Douglas Slocombe, que juega con la luz y la sombra, la sinuosidad de los movimientos de cámara y los espejos circulares que distorsionan las figuras y que están presentes durante toda la película.  Se consigue de esta manera esa atmósfera de vicio y claustrofobia que hemos comentado. La música de Jonny Dankworth acentúa ese ambiente casi irreal que se crea en la casa de dos plantas.
   Destaca también en la película el excelente trabajo de los actores, en especial un Dirk Bogarde en el papel del sirviente, el mayordomo Hugo Barret que posiblemente interpreta el papel de su carrera, a pesar de otras apariciones estelares. Es significativa su mirada, en este caso anticipándose a las líneas de diálogo y, en ocasiones, contradiciéndolas. Esta película no sería la misma sin la interpretación de Bogarde y sin su mirada, inquietante y febril.  Como curiosidad mencionar que Bogarde dirigió personalmente partes de la película en sustitución de Losey, enfermo temporalmente .Jamex Fox está también soberbio en su papel, interpretando a esa personalidad que se va moldeando y acaba sucumbiendo a los designios de Barret. Sharah Miles también borda su actuación con un papel en el que el componente provocador y erótico está presente en todo momento.
  
  Temas como la sumisión, el deseo e incluso la homosexualidad son abordados de manera muy sutil y en exceso ambiguo, sin mucha valentía aunque hay que tener en cuenta la época en la que nos encontramos. No obstante Losey consiguie así firmar una obra que tal vez sea una rara avis dentro del cine británico de los sesenta. Quizás se podría esperar más, sobre todo con ese final tan ambigüo pero quizás la obra de Pinter busque deliberadamente esa premisa.  Un cine tremendamente decadente, extraño y transgresor en ese sentido que nos puede dejar perdidamente indiferentes ante lo que acabamos de presenciar.