lunes, 10 de marzo de 2014

LOS DUELISTAS (1977)


   El color, una magistral exhibición de color, de luces y sombras, de escenarios muy cuidados, de cuadros románticos a lo Constable, bucólicos quedarán indelebles en nuestra retina al margen de todo lo demás, de la extraordinaria puesta en escena, de los decorados y exteriores, del atrezzo y el cuidadísmo maquillaje y, sobre todo, de la historia propiamente dicha. Porque es una película histórica que exuda poesía, centrada en la era napoleónica y su precipitado final, en donde dos militares franceses del mismo rango, tenientes, se enzarzan en un duelo a muerte ininterrumpido en el tiempo, nunca del todo resuelto y que se va eternizando, que no culmina hasta que, precisamente, francia cambia de época, Napoleón es derrotado y comienza la etapa del nuevo rey Luis (XVIII). Un odio infinito, un encono, que podría perfectamente haber estado representado en otra época y circunstancias, si bien no en todas las sociedades la disputa por el honor se dirimía en un duelo a espada o pistola.


   Deja helado saber que esta película es una ópera prima y que el director es el renombrado Ridley Scott. Su buen hacer está presente a lo largo de una película bien rodada, con una estética como decíamos muy lograda, de época, un tanto esteticista, que utilizará en otras de sus grandes producciones. Scott hace todo un alarde de capacidad técnica en la dirección cinematográfica, planos secuencia, primeros planos, trávelings y muchos más elementos técnicos. En este caso toda la acción dramática está dominada por la lucha, el duelo constante entre dos personas que reflejan dos mundos paralelos y contradictorios: El teniente de húsares, noble y realista Armand D'Hubert (Keith Carradine) y el teniente Ferraud (Harvey Keitel), de un estrato social inferior y retorcidamente bonapartista.

  Todo comienza con el soberbio e iracundo Ferraud diputándo el honor ultrajado del emperador, un duelo de honor que será reprobado por la superioridad. Entonces entra en escena D'Hubert, que es enviado para detenerlo y meterlo entre rejas. Sin embargo no es capaz de apresarlo y por el contrario acaba batiéndose a duelo con el propio Ferraud, irreverente e irrespetuoso, dando comienzo a un periplo por toda Europa, según avanzan las guerras napoleónicas, donde se batirán en duelos que siempre acaban en tablas, si bien es siempre Ferraud el que obsesivamente busca a D'Humbert para finalizar su disputa de honor. Esos duelos son como combates dentro de una guerra, como algo personal entre un ser decadente y acabado y otro que ha de resistir a toda costa, un ser digno que debe aceptar con resignación vivir con dignidad. Scott nos traslada al contexto de las guerras napoleónicas distribuyendo la película en capitulos según avanzan hacia Rusia, en donde quedarán terriblemente congelados y destruídos, uno de los momentos más sobrecogedores del film.


    Vaughan-Hughes entreteje el guión que basado en un relato de Joseph Conrad recoge esta dicotomía del honor que no es personal sino ideológico y esa lucha eterna a la que finalmente no se pueden resistir ambos contendientes, por mucho tiempo que haya pasado desde las últimas tablas. La imagen final de la película nos transmite la idea de la derrota bonapartista en Santa Elena y además nos remite a la pintura bucólica de  Friedrich. La fotografía de Frank Tidy merece capítulo aparte y, como decíamos al principio, es magistral.  El color y la luz se entremezclan en interiores y exteriores. En los primeros la claridad emana desde las ventanas y en los vegetales exteriores los cielos grises se entremezclan con la luz y las sombras creando una magnífica sensación cromática. Por otro lado todo está perfectamente cuidado en la película, incluído el atrezo y el vestuario, generando un verismo sorprendente. Creemos habernos trasladado a aquella época, mucho más cuando vemos esos duelos de honor, con esos sables y espadas resonando en nuestra cabeza machaconamente. 


    La música de Howard Blake consigue traladar ese toque de época decadente, de final de un mundo y comienzo de otro, que tanto nos recuerda esta película. Magnífico ejercicio cinematográfico de Ridley Scott en la que fue su primera obra, una película inolvidable que logra trasladarnos como si dispusiésemos de una máquina del tiempo a una época en la que el honor y la lealtad estaba por encima de todo.

miércoles, 5 de marzo de 2014

GRAVITY (2013)


   Gravity es todo un despliegue visual y efectista en una situación límite magníficamente narrada e interpretada, una maravilla del nuevo cine que dejará una huella indeleble en los próximos años. Aunque quizás peca de tecnicidad, pues está rodada para ser vista en tres dimensiones y supone un nuevo avance en este campo. En ese sentido es más una obra de innovación técnica que de novedad argumental. Y sin embargo, la historia acaba cautivando. Cuando los astronautas están anclados a la nave nodriza como si fueran fetos en la barriga de una madre, siendo el espacio vacío la placenta, el cordón umbilical que los une se rompe, un imprevisto accidente (reflexionemos: un satélite ruso que explosiona, ¿casualidad?) destroza la nave y, de paso, los deja flotando en el espacio interestelar, a la buena de Dios, sabedores de que la delgada línea que separa la vida de la muerte es minúscula.

  Así comienza esta historia dramática, donde el espectador lo pasa mal y sufre con los avatares de la doctora Ryan Stone ( Sandra Bullock) que, siguiendo con el símil anterior, sobrevive sobre todas las cosas, a pesar de los duros avatares que le tocan vivir. Ella no tiene experiencia, es su primera misión espacial, pero está rodeada de todo un equipo de científicos y astronautas que la ayudan, en concreto Matt Kowalsky( George Clooney) la acompaña, enfundados en sus trajes, para reparar un imprevisto en el exterior de la nave. Pero entonces llega la onda expansiva, la basura que, a velocidad supersónica, amenaza con destruirlo todo. Ella queda separada, sale despedida, ha perdido la orientación y viaja hacia el abismo interestelar mientras observamos, con ella, como todo da vueltas a una velocidad enloquecida. A punto de morir encerrada en esa cárcel posiblemente de un ataque de pánico antes que de falta de gravedad, es rescatada in-extremis por su compañero pero cuando intentan regresar a la nave el desastre es total y absoluto, todo se ha ido a hacer puñetas y están solos, flotando a unos cuantos kilómetros del planeta azul. Deben actuar con rapidez pues el oxígeno dentro del envoltorio que los protege se va agotando, en especial el de la doctora que ha hiperventilado en su desventurada desconexión. Pronto deberán recorrer un largo camino para contactar con la estación espacial internacional.

  Más allá de la película de ciencia-ficción nos abruma la historia de supervivencia, la soledad, el miedo, el drama, el recuerdo de la hija perdida, la agonía y la lucha titánica por vivir pero sí que hay que destacar que todo esto, que forma parte del guión, no es innovador. Es una buena historia que emociona y atrapa pero aquí lo que prima es lo estético sobre lo ético. Técnicamente sublime, Cuarón podemos decir que atrapa el espacio dentro de la película como pocas obras lo han hecho. Su dirección es segura y brillante, diríamos que de un gran virtuosismo, utilizando el plano secuencia con gran acierto al comienzo del film, un plano que se hace insportablemente interminable, como el resto, incluso en interiores y continúa con ese buen hacer que hace que la imagen sea extraordinariamente poderosa, de una potencia sin igual. Después de su inolvidable e impactante Hijos de los hombres, ha regresado por la puerta grande a la realización cinematográfica.

  Todo ello sería imposible sin la labor de fotografía de Emmanuel Lubezki, fiel compañero de Cuarón que logra aquí, con unos medios tecnológicos desbordantes, una obra estética total, posiblemente la mejor imagen que en cine se haya dado del espacio exterior y del planeta tierra desde este, sin descuidar tampoco las calidades de la luz, una luminosidad pura que irradia en el rostro de la Bullock. La música de Steven Price, de una gran épica, actúa como un eco gravitatorio que envuelve ese espacio insonoro y apunta el dramatismo de una persona que se encuentra sola,  en un vacío que no solo es extraterrestre sino existencial.

   En cuanto a los protagonistas destaca la enorme presencia de  Sandra Bullock, quizás su mejor interpretación, para la que tuvo que realizar una gran labor metódica y física que ha merecido sobradamente la pena. Clooney acompaña bien, está correcto como casi siempre y destacar además de las voces de la radio esa inmensidad que es el espacio exterior, auténtica metáfora del terror y del peligro acechando constantemente. Gravity marcará un antes y un después a nivel técnico y visual, como ya hemos comentado, será largamente recordada y no solo por sus óscars aunque no alcanzará jamás la profundidad y alcance de 2001, la obra maestra de Kubrick con la que se la ha querido comparar.
 

 

domingo, 2 de marzo de 2014

GORDOS (2009)



 Tobogán emocional, película de subidas y bajadas, batiburrillo maravilloso de historias contrapuestas en las que prima lo sentimental, en el que Daniel Sánchez Arévalo nos sumerge en muchas películas, muchas tramas en las que prima la tragicomedia, con momentos de drama intenso y otros de comedia ligera. El punto en común de los protagonistas es una terapia grupal a la que acuden acomplejados por su obesidad.  A partir de ese momento comienza el baile de historias, el baile de gordos, a saber:  El gordo amargado, ex-presentador homosexual de teleprogramas que anuncia unas pastillas-milagro para adelgazar y que acaba preso de la bulimia y acude a pedir ayuda más por inercia que por otra cosa. Su vida es una mierda y, para colmo, su socio de toda la vida lo ha abandonado y es motivo de burlas y chanzas por doquier. La gorda joven y puritana acompañada de su novio ultracatólico que será sojuzgada durante demasiado tiempo. El gordo supuestamente feliz con mellizos que se odian eternamente. La joven gorda ejecutiva acomplejada porque su novio, de viaje en el extranjero, no conoce su actual volumen corporal. Y el terapeuta, de abdominales marcadas pero con un lío sentimental bastante gordo.


    Es cierto que las cinco historias están muy descompensadas entre sí, son como películas diferentes, con situaciones y subtramas de lo más diversas y por tanto el guión no deja de ser un constructo desigual, pero cada una de las historias tiene gancho, pegada y giros inesperados  aunque quizás se hagan demasiado explícitas en determinados momentos, en especial un exceso de corporalidad y de sexo, si bien el cine de Sánchez Arévalo es todo él así, excesivo, irreverente, irrespetuoso, trangresor.  Como ejemplo fantástico el cristo iluminado, fosforescente, preparado para afrontar el desnudo de sus vírgenes seguidores.


  Las interpretaciones están a un buen nivel tanto en el plano dramático como en el cómico, desde el histriónico Enrique un Antonio de la Torre magnífico como suele ser habitual, pasando por una inspiradísima Pilar Castro, en su papel de sufridora, Paula (Verónica Sánchez), bordando su faceta dramática, con el distanciamiento conyugal y los problemas que conlleva el embarazo para toda mujer, Abel (Roberto Enríquez) que está aceptable en su papel de terapeuta que parece tenerlo todo bajo control pero que poco a poco va destruyendo su propia existencia y hasta la joven Sofía (Leticia Herrero) dando muy bien en el papel de puritana que se soltará  el pelo, rebelándose contra su carca pareja, Álex (Raúl Arévalo) que domina a la perfección ese registro ultra puritano que sucumbe al pecado pero que se acaba por hacer insoportable la vida a los demás, papel por el que fue premiado con un goya. Finalmente Fernando Arbizu en el papel de Andrés, el gordo feliz que junto a Teté Delgado forman esa paranoica pareja que tienen unos hijos terribles, quizás la parte más simpática de todas. Finalmente, en esta película coral, destacar el personaje de Leonor (María Morales) que añade una nota muy lograda de acidez a todo el conjunto.

   Quizás el mayor logro de Gordos sea hilvanar en muchas historias  los traumas de unos seres acomplejados y conseguir lanzar el mensaje de la obsesión que la propia sociedad tiene sobre este tema, algo que raya ya en la paranoia colectiva y que desplaza a muchas personas a la marginalidad y el desprecio. El montaje también merece un comentario aparte, difícil empresa ante tantas historias que se entrecruzan entre sí,  por momentos nos abruma la cantidad de cambios y de saltos que la película va ofreciendo, acaba resultantdo excesivo, caótico, desbordante. Varias cosas  dan sentido a este sinsentido de filme y  lo elevan a la categoría de película altamente recomendable. No solo el guión y las actuaciones sino el trabajo de dirección que consigue dar coherencia a todo el conjunto. También la música de Pascal Gaigne, que destaca por su sencillez y profundidad, un compositor que se está labrando una buena fama en la música cinéfila.


   En definitiva una tragicomedia excesiva, irregular, paradójica e incluso entretenida que no nos dejará indiferentes, que nos conmoverá a iguales dosis de las que nos conseguirá crispar.